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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Al principio no oyó más que el crujir de los hierros de la cama del clérigo, que era muy mala y endeble, y en cuanto se movía el desgraciado ocupador de ella volvíase toda una pura música, la que unida al ruido de los muelles del colchón veterano, hubiera quitado el sueño a todo hombre que no fuese Nicolás Rubín. Después oyó doña Lupe la voz de Maxi, opaca, pero entera y firme.
Primero me arrojo al mar, dijo: primero me hago tulisan que volver á la Universidad. Y como su madre empezase con su sermon sobre la paciencia y la humildad, Plácido sin haber comido nada volvió á salir y se dirigió á los muelles donde fondean los vapores.
A veces, el fondo sobre que me arrastra la corriente, está cubierto de verdes y oscilantes hierbas, muelles sinuosidades que me acarician, me enlazan; improvisándome un lecho encantador. ¿Es el agua? ¿es la ondulante cabellera de las plantas la que me levanta así, haciéndome flotar en la superficie del arroyo? No lo sé; mi imaginación se pierde además en una especie de ensueño.
Mientras Novoa sonreía otra vez, el coronel insistió en su admiración. ¡Parece imposible que la ruleta haga tantos milagros!... Y sólo podemos hablar de lo que esta á la vista. El juego ha costeado ese puerto de La Condamine tan bonito: un puerto de yates, con sus muelles elegantes que son paseos. Debe haber intervenido igualmente en la restauración del castillo de los príncipes.
El laberinto de albercas ó diques penetra al corazon de la ciudad por en médio de vastos muelles planos y altísimos edificios, y de este modo se produce el extraño fenómeno de una ciudad flotante compuesta de navíos de todos tamaños metida literalmente en el seno de la ciudad de piedra y ladrillo que se llama Lóndres.
Uceda y Soledad huían instintivamente la luz. En vez de acercarse á las casas, seguían el pretil de la muralla donde se amontonaban las sombras. Desde los baños del Carmen no tomaron por una de las calles trasversales para salir á los muelles, sino que continuaron distraídamente á la orilla del mar hasta la punta de San Felipe. Los clamores del Océano eran allí más sonoros y profundos.
Detrás, al norte, en el fondo del pequeño puerto, se destacaban las sombras gigantescas, abultadas por la optica del mar, de la aduana, los muelles, la estación del ferrocarril y otros edificios del puerto, quedando mas lejos, medio confusas entre los vapores de la noche, las moles de la parte interior de la ciudad.
Pasó Rubín a la salita, y dejando su capa, se sentó en un sillón de hule cuyos muelles asesinaban la parte del cuerpo que sobre ellos caía. Olmedo quería que su amigo jugase con él a la siete y media; pero como Maximiliano se negase a ello, empezó a hacer solitarios.
Entró por fin en casa. Enteramente trastornada, andaba como una máquina. No había nadie más que Papitos, a quien vio, mas no le dijo nada. Encerrose en su alcoba, tiró el manto y se echó en el sofá, dando un rugido. Después de revolcarse como las fieras heridas, se puso boca abajo, oprimiendo el vientre contra los muelles del sofá, y clavando los dedos en un cojín.
Después de haberme extraviado diez veces en el barrio de París que conocía mejor llegué a los muelles. No encontré en ellos a nadie. París entero dormía como duerme de tres a seis de la mañana. La luna alumbraba los muelles desiertos, huyendo hasta perderse de vista. Apenas hacía frío: estábamos en marzo.
Palabra del Dia
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