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Actualizado: 27 de julio de 2025


Los aprestos se hicieron en Montevideo, y el virey Vertiz, que gobernaba estas provincias, acordó con un carpintero los auxilios que debian darse á D. Juan de la Piedra, nombrado Comisario y Superintendente de los nuevos establecimientos patagónicos.

Treinta y ocho cadáveres al agua mientras ellos bailaban... ¡Qué cosa el mar, caballeros! ¡Qué secretos los suyos! Resignado de antemano a toda clase de emociones, hablaba tranquilamente del próximo fin de este compatriota. Podía haberse muerto la noche anterior, y lo habrían enterrado en Río Janeiro. Podía morirse tres días después, y le darían sepultura en Montevideo o Buenos Aires.

Eran fragatas que iban a descargar, Paraná arriba, en el puerto de Rosario; vapores de tres pisos, sin mástiles y de escaso fondo, parecidos a casas flotantes, que hacían el servicio diario entre Buenos Aires y Montevideo; reducidos paquebotes, iguales en su forma a los grandes trasatlánticos, que remontaban el estuario con rumbo al Paraguay y a las escalas fluviales del corazón del Brasil, en plena selva virgen.

eres hombre y necesitas la posesión; y yo soy una pobre enferma, sin otros encantos que los del alma, los que no se ven... Y ahora, adiós; tal vez para siempre, tal vez por algún tiempo nada más. ¡El mundo es tan pequeño!... La compañía iba a desembarcar en Montevideo. Trabajaría tres semanas en esta ciudad, mientras quedaba libre un teatro de Buenos Aires.

De allí salieron martes, á las nueve y media de la mañana, y con distar Montevideo solas cincuenta leguas de Buenos Aires, no pudieron tomar su puerto hasta el lúnes 13, que á las once y media del dia dieron fondo en medio de su ensenada.

Gracias á sus ahorros, un corredor del puerto le ofreció el embarque sin papeles en tres buques. Uno iba á Egipto, otro á Australia, otro á Montevideo y Buenos Aires; ¿cuál le parecía mejor?... Desnoyers, recordando sus lecturas, quiso consultar el viento y seguir el rumbo que le marcase, como lo había visto hacer á varios héroes de novelas.

Los pasajeros con destino a Montevideo desfilaban por una escala especial hasta un vaporcito de amplia cubierta. Todas las damas de la opereta bajaron estos peldaños de madera con el gesto majestuoso de una reina de teatro que desciende por una escalinata de cartón. Las «estrellas» de la compañía avanzaban entorpecidas por los grandes ramos que les había enviado el empresario a guisa de saludo.

Crea usted que bajaría con gusto, pero no me place ver una ciudad de noche, y el buque saldrá antes del amanecer. Ojeda había estado en Montevideo años antes, y guardaba un buen recuerdo. Algún día la veremos dijo . Vamos a ser vecinos de ella. Un viaje de una noche nada más... ¡Quién sabe cuántas veces tendremos que volver por aquí!...

Una de estas expediciones salió del Rio Negro en el verano de 1794, á las órdenes del capitan de fragata D. Juan Gutierrez de la Concha, que, despues de haber acompañado al ilustre y desgraciado Malespina, se detuvo en Montevideo para hacer un mas prolijo reconocimiento de los puertos de la costa patagónica: la otra fué encomendada á D. José de la Peña, el piloto el mas experto en la hidrografia de aquel litoral.

Todos los rios y arroyos son de agua fresca: hay muchas caserias pertenecientes á españoles; pero el pais al norte de Montevideo es poseido por los Minuanes infieles. En este territorio habia antiguamente mucho ganado silvestre y domestico, procreando en él mas que á la parte meridional del Rio de la Plata. Aunque se ven grandes rebaños de ovejas y ganado vacuno, pero pocos caballos.

Palabra del Dia

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