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Actualizado: 16 de julio de 2025


He visto enormes excavaciones practicadas por montañeses en lo más alto de una punta de rocas oculta por las nieves durante nueve meses del año. Aquella punta estaba consagrada á un santo que, como protector del monte, había sucedido á un dios pagano. Todos los veranos volvían los buscadores de tesoros á ahondar en la cima, sirviéndose de las palabras y de los gestos sacramentales.

Con terror hablan montañeses y viajeros de estas masas de aludes. Así es que numerosos valles, más expuestos que otros, han recibido nombres siniestros, como Valle del Espanto ó Desfiladero del Terremoto, que les dan los dialectos locales. Un valle conozco, terrible sobre todos los demás, en que no entran nunca los acemileros sin llevar la vista fija en las alturas.

Vista "de lejos", á través de los azulados vapores, de la atmósfera, la arista de granito parece uniforme; los montañeses, que emplean comparaciones prácticas y casi groseras, le llaman el peine; aseméjase, en efecto, á una hilera de agudas púas colocadas con regularidad.

Cierto que Chisco y su camarada habían de llevar la mayor parte en el empeño brutal, y que ya no eran nuevos para ellos esos lances terribles; pero al cabo eran dos rudos montañeses con más corazón que entendimiento, sobre todo Pito Salces, que no tenía sentido común; y vistas las cosas por este lado, había mucho y muy grave que temer, racionalmente pensando.

Mi buen sentido y mi experiencia por mis viajes son lo único que puede permitirme hacer a Vd. algunas indicaciones. ¿Y en cuanto a ganados? Estos montañeses los poseían en pequeña cantidad, y en su mayor parte vacuno. Ahora se consagran con más empeño al ganado menor.

La esplendidez y el regalo sibaríticos de los toreros, manteniendo y haciendo florecer colmados, figones y tiendas de andaluces y de montañeses, pone ya y seguirá poniendo a este mal oportuno reparo y castizo remedio.

No sólo se revela la vida junto á la nieve, sino que hasta la propia nieve vive en ciertos sitios, tal es en ella el pulular de animalillos. Se divisan desde lejos, en la extensión blanca, grandes manchas rojas ó amarillas. Los montañeses dicen que es nieve podrida.

Provenía don Restituto de una familia humilde de la Montaña, y en este accidente del nacimiento fundaba su crédito a cierta nobleza titular, pues para él todos los montañeses llevan algo de sangre hidalga. Había ido de niño a Cuba, y allí, en treinta años de reclusión y trabajos forzados, había amontonado un fortunón.

No salía caballo hermoso y de precio de las yeguadas jerezanas, que no lo comprase, entablando pujas con su primo, que era más rico que él. Por la noche, los montañeses de los colmados le veían entrar como un presagio de borrasca, seguros de que acabaría rompiendo botellas y platos y echando las sillas por el aire, para demostrar que era muy hombre y podía después pagarlo todo a triple precio.

Luego, Divès, volviéndose hacia la tropa de reserva, compuesta de cincuenta rudos montañeses, y señalando la meseta con el sable, les dijo: ¿Veis aquello, muchachos? Nuestro tiene que ser. Los de Dagsburgo no podrán decir que tienen más valor que los del Sarre. ¡Adelante! Y la tropa, enardecida, se puso en marcha, flanqueando el barranco. Hullin, muy pálido, gritó: ¡A la bayoneta!

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