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Actualizado: 5 de junio de 2025


»Ni el asesinato ni el duelo eran posibles. Otro hombre que no fuese yo se separaría para siempre de su mujer. No había partido más conforme a la razón. Yo, sin embargo, no podía seguirle. Yo no viviré lejos de ella. Es horrible, es estúpido, es monstruoso, pero yo la amo; seguiré amándola siempre.

A veces interrumpíase el estertor de su respiración con una tos seca, lanzando espectoraciones estriadas de sangre. La vieja movía la cabeza. Ella esperaba algo negro y monstruoso, una oleada putrefacta que, al salir, se llevase todo el mal de la muchacha. Una tarde la vieja prorrumpió en alaridos. La niña se moría; se ahogaba.

Don Marcelo sintió un placer monstruoso al considerar el número creciente de enemigos desaparecidos, pero á la vez lamentaba esta avalancha de intrusos que iba á fijarse para siempre en sus tierras. Al anochecer, anonadado por tantas emociones, sufrió el tormento del hambre. Sólo había comido uno de los pedazos de pan encontrados en la cocina por la viuda del conserje.

Ni la duquesa ni su hija parecieron darse cuenta del egoísmo monstruoso que se encerraba detrás de aquellas palabras, al contrario, se emocionaron hasta derramar lágrimas; solamente el doctor sonrió. Semíramis entró, anunciando que el almuerzo del señor duque estaba en la mesa. Adiós, señoras dijo el doctor ; voy a llevar esas buenas noticias al conde.

Estaba en aquel momento tan atroz, tan monstruoso, que perdí la cabeza. ¡No quiero permanecer á merced de usted!... ¡Le tengo miedo! Su amistad es tan temible como su odio. Déjeme usted marcharme; será de mi lo que Dios quiera, pero separémonos... Me cogió un brazo y, perdiendo todo disimulo, dejó de ser el hombre bien educado que yo había conocido y se volvió grosero y brutal.

Harto que los impíos del día presente acusan, con falta completa de fundamento, a nuestra santa religión de mover las almas a aborrecer todas las cosas del mundo, a despreciar o a desdeñar la naturaleza, tal vez a temerla casi, como si hubiera en ella algo de diabólico, encerrando todo su amor y todo su afecto en el que llaman monstruoso egoísmo del amor divino, porque creen que el alma se ama a propia amando a Dios.

La profesora acogió estas palabras con una larga pausa, durante la cual sus anteojos de concha lanzaron un brillo amable que parecía acariciar al gigante. Pensaba, sin duda, que este hombre grosero y de aspecto monstruoso era capaz de decir cosas ingeniosas, como si perteneciese al sexo inteligente, ó sea el femenino.

Y ahora ocurre esta otra pregunta: para formar juicio exacto de nuestro poeta, ¿será preciso examinar el monstruoso repertorio de sus dramas existentes? ¿Bastará, acaso, como han hecho hasta aquí cuantos han criticado las obras dramáticas de Lope de Vega, leer un tomo de su Teatro, entresacar á la suerte dos ó tres comedias, ofrecer extractos de sus argumentos, citar alguna que otra escena, acompañándolas con reflexiones estético-críticas, y apoyarse en tales fundamentos para fallar acerca del mérito dramático del autor?

Si se abriga, al contrario, el firme propósito de que torne á ser el teatro lo que fué antes, y lo que debe ser siempre, ha de aplicarse la máxima de poner sólo en escena buenas obras y ricas en poesía, ó aquéllas, por lo menos, que demuestren el empeño de sus autores en alcanzar fines elevados; una serie no interrumpida de tales representaciones formará á su vez al público, y le quitará toda ocasión de dejarse llevar de sus inclinaciones habituales y corrompidas; si, al contrario, se familiariza largo tiempo con esas representaciones, entonces, como acontece también en la estación más hermosa de la primavera que haya algún día espesas escarchas, renunciará al cabo á sus hábitos pertinaces, y comprenderá el contraste monstruoso que ofrecen las composiciones poéticas, dignas por su mérito de alabanza, y las prosáicas é indignas, que excitaban antes su entusiasmo.

Francisco Montiño, pero no qué singular error, ha creído que la reina ama á ese joven... me lo ha dicho á ... Francisco Montiño es un ente muy singular, y puede haberos dicho lo mismo; esto es, que su majestad y ese caballero se aman; esto es absurdo, esto es monstruoso, esto no puede ser, tratándose de una señora tal como la reina doña Margarita de Austria, que por su nacimiento, por su virtud, y digámoslo todo, por su orgullo, está muy lejos hasta del pensamiento de una acción vergonzosa.

Palabra del Dia

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