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Actualizado: 19 de junio de 2025
No he podido hablar nunca el castellano rápidamente, y entonces, menos. Además, como buen vasco, he sido siempre un poco irrespetuoso con esa respetable y honesta señora que se llama la Gramática. Las dos chiquillas charlaban haciendo monerías y gestos expresivos. Dolorcitas, a pesar de ser hija de vascongados, era tan aguda y tan redicha como una gaditana.
Que se fuera, porque la iba á comprometer; que si era verdad que se interesaba por ella, se marchara al momento, no dando lugar á que le vieran allí. Y él, ¿qué dijo? preguntó Lázaro, que no cabía en sí de zozobra. Mil cosas, mil monerías. Lo cierto es que el amo entró y le vió. Se enfadó mucho, nos riñó mucho. Y á él, ¿qué le dijo? Nada. A nosotras nos estuvo riñiendo todo el día.
Cuando vio que no conseguía nada por las malas, se puso a hacerme caricias... ¡Anda, Carmelita, monina, ponme la corbata... te he de dar un dulce de los de la mesa... Yo le decía: ¿El que te toque a ti? Sí, sí, el que me toque a mí... ¡Oh, qué malo! ¡No sabe V., señorita, las monerías que hizo para sacármela! ¡Pobre Chuchú! ¿Por qué no se la ha puesto V.?
Sanjurjo, mi opinión es que debe concluir eso que hay entre Gloria y usted. Ustedes se quieren. ¿Por qué han de pasar el tiempo en monerías? ¡Pasar el tiempo en monerías! Declaro que nada me ha parecido, ni antes ni después, tan lógico, tan convincente como esta sencilla proposición.
¡Ay qué Dios! ¿Y para preguntar por la salud del sobrinito te estás media hora de pitorreo con la tía?... Mira, Antonio, no quieras meterme los dedos por los ojos... ¡Líbreme Dios de ese sacrilegio!... Lo que quiero es meter los labios ahora mismo. ¡Ea! no me vengas con monerías de gata tripera... Confiesa que te gusta aún María... Vete con ella bendito de Dios y déjame á mí el alma quieta...
Las señoritas solían presenciar con risita despreciativa aquel baile que imitaba toscamente los suyos, doliéndose en su interior de que jóvenes tan finos se abrazasen «a aquellas tarascas». Sin embargo, cuando alguno las invitaba, después de resistirse un poco, reir a carcajadas, ruborizarse y hacer buena porción de monerías para atestiguar que sólo se rebajaban a aquello por pura condescendencia, solían agarrarse firme al brazo de su bromista amigo y tardaban en soltarlo.
MONERÍAS. En una vasija se ponen 200 gramos de harina, 100 de azúcar, una cucharadita de anís, una cucharada de manteca de vaca y dos o tres huevos; se trabaja mucho y cuando la masa está fina, se hacen unos bollitos muy pequeños, que se cuecen a horno suave.
Algo de ello ha visto ya el lector en uno de los anteriores capítulos; pero no fué más que una muestra insignificante; porque el depósito de monerías de Octavio era inagotable. Unas veces pedía el pañuelo á su novia y se lo devolvía al día siguiente, después de haber dormido con la cabeza apoyada en él.
No sólo hay servilismo en política; hay servilismo tambien en conducta, y esas limosnas que el pueblo español recibe de Francia; esas caridades que le implora, cuando tantas podria hacer, cuando tantas ha hecho á esa misma nacion que nos manda hoy con sus monerías; esas limosnas vergonzantes que á Francia pide, es un servilismo de nuestra época; y no solamente es un servilismo, sino una sandez. ¿Qué se diria del que fuese á buscar falsas doraduras á país extraño, olvidando el oro, el oro fino, que tiene en su país?
BERGANZA. Es, pues, el caso que el atambor, por tener con qué mostrar más sus chacorrerías, comenzó a enseñarme a bailar al son del atambor y a hacer otras monerías, tan ajenas de poder aprenderlas otro perro que no fuera yo, como las oirás cuando te las diga.
Palabra del Dia
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