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Actualizado: 14 de julio de 2025
Los militares, deseosos de mostrar su heroísmo ante los muchachos en edad de casarse, corrieron hacia las ventanas, acribillando con sus aceros las pantorrillas del gigante. Golbasto y Momaren, contagiados por tan heroico ejemplo, quisieron mostrar que servían para algo más que hacer versos, y descolgaron de una panoplia una larga lanza.
Debe usted no olvidar continuó Flimnap que nuestro jefe es un gran poeta, el segundo poeta nacional, el que figura después de Golbasto, aunque este versificador sublime, cuando sufre algún apuro pecuniario ó desea un empleo para alguna amiga suya, no tiene inconveniente en declarar á gritos que Momaren es mil veces superior.
¡Sí, sí! gritaron . ¡Que hable Golbasto!... ¡que recite versos! El poeta nacional se inclinó como si quisiera empequeñecerse delante de Momaren. ¡Recitar dijo con énfasis mis humildes obras, incorrectas y anticuadas, en la casa donde vive el más grande de los poetas, al que reconoceré siempre como maestro!...
Este, con las mejillas enrojecidas y la nariz más encorvada que nunca, arañó los brazos de su sillón, mientras el buen Flimnap, avergonzado por el incidente, balbucía sus explicaciones. Le pregunto, gentleman, si después de haber escuchado lo que dije sobre los diversos períodos de nuestra literatura no cree usted que el poeta Momaren resulta el más eminente de todos en el género sentimental.
Momaren es grande en todos los géneros, y para probarlo voy á recitar su canto heroico á la Verdadera Revolución, obra inimitable de la que quisiera ser autor. Una salva de aplausos saludó la descarada adulación al jefe universitario y la interesada modestia del gran poeta.
Cuando terminó la enumeración de los méritos de Momaren, de las glorias del gobierno femenil y de los grandes adelantos intelectuales de su raza, el gigante contestó á su vez con otro discurso, agradeciendo las atenciones de que había sido objeto desde su llegada involuntaria á esta República y las que esperaba recibir en adelante, pero aludiendo de paso con suavidad al disimulado encierro en que le tenían.
Esto era mentira; las señoritas masculinas sólo deseaban bailar, y en cuanto á las matronas barbudas, odiaban los versos, porque su declamación las obligaba á permanecer silenciosas, estorbando sus comentarios y murmuraciones. Pero como todas pertenecían á familias universitarias dependientes de Momaren, creyeron prudente acoger el embuste de éste con grandes muestras de aprobación.
Como el poeta nacional pensaba siempre en sus asuntos, hasta cuando fingía favorecer á un amigo, tosió repetidas veces para imponer silencio, y dijo así: Ya que deseáis que recite, permitid que empiece por las obras del Padre de los Maestros. El gran Momaren no es conocido como merece serlo.
Hizo un elogio vehemente de las poesías de su ilustre visitante, declarando que jamás en su existencia había conocido nada comparable á ellas, y que ninguno de los poetas de su país podría igualarse con Momaren.
De haberlo descubierto una hora antes, estaba seguro de que la lente se habría caído de su rostro empujada por la sorpresa, siéndole imposible al mismo tiempo contener un grito de asombro. Pero después de haber conocido personalmente á Momaren, se consideraba á salvo de toda clase de emociones.
Palabra del Dia
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