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Actualizado: 14 de octubre de 2025
Cuando Flimnap describió, con arreglo á sus informes, el momento en que Momaren y Golbasto cayeron al suelo bajo el salivazo gigantesco, el senador empezó á reir como un niño, pidiendo que le relatase por segunda vez la graciosa escena. Ignoraba que Golbasto tuviera tal motivo para odiar al Hombre-Montaña. Ese poeta dijo es un intrigante.
Un profesor le anunció que Momaren, por ciertos detalles que le habían comunicado algunos subordinados, estaba ya convencido de que era Ra-Ra el que acompañaba al gigante.
Momaren quedó mudo, pues el hecho le parecía tan inaudito, que no encontraba palabras. Los invitados prorrumpieron en alaridos de indignación: ¡Insolente animalucho!... ¡Qué atrevimiento el suyo!... ¡Venir á perturbar con sus patas inmundas una fiesta de alta intelectualidad!...
Apareció, al fin, la litera del Padre de los Maestros, sostenida por ocho universitarios jóvenes, que jadeaban sudorosos después de esta ascensión en espiral. Se abrió la portezuela de la caja portátil y salió Momaren, con su birrete de cuatro borlas y una toga de cola larguísima, que se apresuraron á sostener dos aprendices de profesor.
Momaren consideraba necesario demostrar al mundo actual que los grandes benefactores de la humanidad y del progreso habían sido siempre mujeres. Los creadores de religiones, los filósofos, los santos, los inventores, todos habían pertenecido al género femenino; pero los hombres, para apropiarse su gloria, falseaban las viejas crónicas, incorporando á su sexo estas hembras gloriosas.
En cuanto á mí, gentleman, lo que deseo con más vehemencia es poder meterle por la cabeza á Momaren, Padre de los Maestros, esta túnica y estos velos que ahora me cubren, arrebatándole á él para siempre los pantalones. En el que el Padre de los Maestros visita al Hombre-Montaña
Pero Golbasto y Momaren, que tenían la cólera larga é implacable de los débiles cuando sienten herida su vanidad, continuaban manejando en colaboración su arma y tiraron un furioso lanzazo á uno de los ojos que llenaban las ventanas.
Golbasto estaba erguido entre las dos ventanas de la gran pieza, mirando al público como un águila que se prepara á levantar el vuelo. Momaren sonreía con la cabeza baja, sintiéndose encorvado prematuramente por el huracán de las alas de la gloria que iba á descender sobre él.
Gracias, amigo mío dijo Golbasto . Jamás olvidaré lo que hace usted por mí en este día.... Los gobiernos se suceden y caen en el olvido, mientras que nuestra amistad llenará capítulos enteros de la historia futura. Luego el poeta se empequeñeció voluntariamente, hasta ocuparse de la existencia doméstica de su amigo. ¿Y Popito? preguntó. Momaren hizo un gesto de contrariedad y de tristeza.
Había oído hablar tantas veces á su traductor de la influencia omnipotente del Padre de los Maestros y de su inmensa sabiduría, que consideró interesante conocer á tan alto personaje. Además se acordó de Ra-Ra y del odio concentrado y misterioso que mostraba contra el ilustre Momaren.
Palabra del Dia
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