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Actualizado: 11 de julio de 2025


No se acordaba en aquel momento del mencionado personaje, y la pregunta del gigante resucitó en su memoria las molestias y los temores del día anterior. -, gentleman; tiene una hija, como usted dice, o como nosotros decimos, un hijo, que pertenece á la Universidad y podría ser una de sus mejores glorias.

Emprendimos desde luego la caminata, y, ya fuera porque la noche en el campo se hallaba relativamente fresca, comparada con las molestias del ferrocarril, o porque veía yo próximo el fin de la jornada, el trayecto me pareció corto. A poco de abandonar la estación, dibujarse en las sombras de la noche la silueta de la enorme mole que constituía la famosa hacienda de San Javier.

¡Qué me importan todas las molestias del mundo, si al cabo de ese mes puedo presentarme de nuevo en el foyer de la Opera! Convenido. ¿Habéis pensado ya en alguien? ¿Acaso ese portero de quien ahora poco hablabais...? ¡Me parece muy bien! Será fácil comprarlo, con su mujer y sus hijos, por un centenar de escudos.

Por de pronto, nada de multitudes humanas, ni de ruidos incómodos, ni de hacinamientos de casas formando calles sombrías y angostas; nada de ceremoniales mentirosos para cultivar amistades que no se necesitan entre personas que no se pueden ver; ni de espectáculos públicos, en los cuales se exhiben las gentes embanastadas de medio abajo, y en ringleras, como muñecos de escaparate; nada de sonrisas forzadas, ni de saludos maquinales, ni de corsés muy apretados; nada, en fin, de ese cúmulo de esclavitudes y de molestias en que viven las gentes «bien educadas», cuando se dice de ellas que hacen una vida regalona.

Como viera que todas estas razones contrariaban a mi hermana en su prisa por lucir a sus hijas, accedí al punto a sus deseos. No quería yo que ella interpretara mis observaciones como disculpa para eludir las molestias y aún las críticas a que da ocasión toda fiesta.

Después de haber hablado algún tiempo sobre ello, decidió la condesa ir á pie para confundirse con la muchedumbre de los romeros y participar de todos los placeres y molestias de este género de regocijos. Salieron poco después de almorzar. Laura llevaba un gracioso traje corto de rayas blancas y verdes, ligeramente descotado en forma de corazón.

A pesar de que lastimaba su espíritu aquella perspectiva de viaje, con las molestias consiguientes, el mucho gastar, el pedir billetes gratuitos y demás chinchorrerías, D. Francisco estaba tan contento que le rebozaba la alegría en los labios, y no podía estar callado ni un minuto. «En cuanto me ponga bien, voy a emprender un trabajo de carpintería.

Estos, por cariño espontáneo y por indicaciones de sus padres, acariciaban a todas horas con besos y arrullos gatunos a la hermosa tía y al tío generoso y popular. Encarnación, tan gruesa como su madre, con el vientre flácido por la incesante procreación y la boca un poco bigotuda al entrar en años, sonreía servilmente a su cuñada, lamentando las molestias que la daban los niños.

El diálogo recayó luego sobre el viaje y sus molestias; después hablaron de lo caro que cuesta todo en Madrid; de la agitación de la vida cortesana; de lo mucho que hay que andar para ir a cualquier parte, y de otras cosas, que asemejaron la conversación a la que pudieran haber sostenido con un amigo forastero. ¿Y qué iglesias hay por aquí cerca? preguntó Tirso.

Antes de que Roger pudiera explicarse resonó de nuevo la voz del irritado huésped: ¿Pero qué sentina es ésta? gritó. ¿No os pregunté al llegar, posadero de los demonios, si estaba vuestra casa limpia de sabandijas, para que pudiera alojarse en ella mi noble esposa sin asco ni molestias? Y os contesté, poderoso señor, que está limpia como una patena, replicó el otro humildemente.

Palabra del Dia

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