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Actualizado: 11 de julio de 2025


Por fin, á los últimos de Diciembre, llegó más muerto que vivo por los muchos trabajos, fatigas y molestias que sufrió, á las tierras tan deseadas de los Piñocas. Pero en medio de tanta calamidad fué de grande consuelo y alegría á aquellos bárbaros ver en sus países un ministro de nuestra santa fe.

Los de La Rinconada asentían mudamente. Ya lo sabían ellos. Había que callar la visita, para evitarse molestias, como lo hacían en todos los cortijos y ranchos de pastores. Este silencio general era el auxiliar más poderoso del bandido. Además, todos estos hombres del campo eran admiradores del Plumitas. Su rudo entusiasmo lo contemplaba como un héroe vengador. Nada malo debían temer de él.

Esta envoltura había consumido el material de abrigo de tres regimientos. Vivía en una aparente libertad. Todos los pigmeos instalados en la Galería para su servicio procuraban evitarle molestias, y hasta pretendían adivinar sus deseos cuando estaba ausente el traductor. Pero le bastaba ir más allá de la puerta para convencerse de que sólo era un prisionero.

Y si sabía que los dichos clérigos eran de los reverendos, digo que más con dineros que con letras y con reverendas se ordena, hacíase entre ellos un Santo Tomás y hablaba dos horas en latín: a lo menos, que lo parecía aunque no lo era. Cuando por bien no le tomaban las bulas, buscaba cómo por mal se las tomasen, y para aquello hacía molestias al pueblo e otras veces con mañosos artificios.

Y para que se vea cómo las gastaba Roque Simón, copiaré del manuscrito de la Información, estos dos casos: «El verano pasado, porque el nevero que vendía en la Alameda no le guardó nieve, fué á su casa y lo injurió con muy malas palabras y lo hizo, por su autoridad, llevándolo á la cárcel de la audiencia, donde lo tuvo tres días, haciéndole muchas molestias, de que hubo muy grande nota....»

Este pequeño auto, inserto en El Peregrino, se representó el día de Santiago, si nos atenemos á los datos que se encuentran en aquella obra. Al principio conversa el joven Damasceno con su paje la Juventud, que le describe las molestias que le afligen en la casa paterna, y lo excita á vivir más alegremente.

El tutor, que por honrosa y rara excepción le sirvió de padre cariñoso, deseaba la boda: primero, suponiendo que sería feliz, y segundo pensando ahorrarse las molestias que proporcionaba la administración de lo ajeno; con lo cual Felisa no hallaba oposición que vencer.

Lubimoff no pudo ocultar su contrariedad. ¿Qué deseaba ver Alicia?... ¿Iba á examinar á aquella hora matinal las habitaciones, á curiosear en los dormitorios, á estorbar á Novoa, que tal vez trabajaba en la biblioteca?... Pensó en la sonrisa irónica de Castro al sorprenderle guiando por los pisos altos á una mujer. Apenas había entrado una en Villa-Sirena, empezaban las molestias para su dueño.

Pero, ¿qué puedo hacer? No lo . Escuchadme todos interrumpió el notario . Puesto que la señora y el intendente parecen arrepentidos, existe un medio para substraerlos de la ley y hasta de asegurarles la posesión de lo que les pertenece personalmente. Pueden expatriarse hoy mismo. Si aceptan mis proposiciones, les prometo mi ayuda. De ese modo evitarán la prisión, y nos evitarán graves molestias.

Era una proposición agradable y exactamente lo que Nancy deseaba; entonces, ¿por qué se sintió algo ofendida de que el señor Godfrey se la dirigiera? Entraron, y ella se sentó en una de las sillas contra las mesas de juego, considerando aquella posición como la más decente y la más inaccesible que pudiera escogerse. Gracias, señor dijo la joven inmediatamente . No quiero causaros más molestias.

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