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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Se quedaron callados, mirándose. Ella tenía un destello de curiosidad en los garzos ojos entristecidos.

Llenaban el resto del inmenso salón los padres y madres de los niños, alternando la gran señora con la modesta comercianta; el grande de España con el industrial acomodado; alegres todos, satisfechos, mirándose entre y sonriendo amigos y desconocidos, como si el sentimiento de la paternidad, igualmente herido, acortase las distancias y estrechase las relaciones, despertando en todas las almas idéntica felicidad, la misma dicha, igual deseo de considerarse y abrazarse como hermanos.

En efecto; además de que en su cuarto, a solas, se pasaba las horas muertas mirándose, no entraba en pieza alguna donde hubiese un espejillo sin que, ya con disimulo, ya sin él, se echase una visual para examinar su empaque, y atusarse después el bigote, o poner mano en los contados cabellos que venían flébiles y pegajosos, desde la nuca, a tapar el gran claro de la coronilla.

Y después de estas mutuas explicaciones quedaron los dos en silencio, mirándose indecisos, no sabiendo qué decir, pero sin dejar de sonreirse. ¡ haciendo tu cama! dijo él para romper el penoso mutismo. Ya lo ves. Esto resulta algo diferente de mi dormitorio de París. Tampoco es mi «estudio» que conociste. ¡Los tiempos nuevos! Miguel movió la cabeza con grave asentimiento.

Las niñas hablaban entre , haciéndose preguntas sobre sus trajes o lo que habían hecho durante el día anterior, y nadie se acordaba del matrimonio Cuadros, que permanecía en el sofá como clavado, mirándose los pies y sin saber cómo salir de allí, por no molestar a los que hablaban. Amparo era la única que de vez en cuando volvía la cabeza para sonreírles. Por fin, se fueron.

La contemplaba tal como se la había descrito muchas veces el «finado tío», en el estrado de su caserón de Salta, con ricas medias de seda, de las cuales cambiaba tres pares por día, mirándose con un orgullo de raza sus breves pies estrechamente calzados.

Junto a una escalera se despidieron, marchando el matrimonio hacia su camarote. Quedaron solos Ojeda y Maud, mirándose frente a frente.

Las criadas se retiraron. Entonces, doña Alvarez, mirando a la niña al través de sus anteojos, prorrumpió: ¡Infantica preciosa! ¡estrella de Belén! ¡Alabado sea Dios, que os hizo bella y salada como una perla del mar! Beatriz, mirándose en el espejo, afectaba, entretanto, los más diversos visajes.

Júzgese lo extraño de aquella aparición y de aquella escena: Paulita, tendida, con los síntomas de un grave accidente; Lázaro, demudado y confuso; gran cantidad de monedas de oro, cosa desconocida en aquella casa, derramadas con abandono por el suelo, y las dos arpías en la puerta, mirándose como dos espectros.

Hombres y mujeres de idiomas diferentes, que habían subido al trasatlántico en distintos puertos y lo abandonarían en diversas tierras, se buscaban, se saludaban, se sonreían, para acabar paseando juntos, hablando en alta voz palabras sin interés, y mirándose al mismo tiempo fijamente en las pupilas, inclinando la cabeza el uno hacia el otro como impulsados por una atracción irresistible.

Palabra del Dia

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