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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Pero la estrella heráldica que lo llevó a morir entre el humo y el fragor de la metralla, le seguía como un lamento y como el grito de una madre: de ahí que ese hombre que pudo ser monte coronado de flores, viviera por mucho tiempo, errante y vagabundo, sin plantar su tienda, fija la mirada en la isla hermosa, donde no había justicia sin soborno, ni honor sin castigo, ni pan sin mancha.
Cuando una columna de ataque se propone tomar un fuerte por asalto, avanza con paso ligero despreciando la metralla que barre hileras de hombres; si unos caen hechos pedazos, otros y otros llegan y pasan sobre los cadáveres y la sangre, y saltan fosos, y escalan empalizadas y reductos hasta clavar su bandera en lo más alto de la fortaleza enemiga.
En cuanto al general, cumplido su deber de amistad, de soldado y de español, y altamente satisfecho de su conducta, se volvió a sus reales, es decir, a pasarse todo el día y parte de la noche con un periodista madrileño, desollando al ministro de la Guerra y proporcionando la metralla con que el primero le fusilaba, un día sí y otro no, desde las columnas de su periódico.
Hoy no hay lechero, sirviente, panadero, peón, gañán ni cuidador de ganado que no sea alemán, inglés, vasco, italiano, español, porque es tal el consumo de hombres que ha hecho en diez años; tanta carne humana necesita el americanismo, que al cabo la población americana se agota y va toda a enregimentarse en los cuadros que la metralla ralea desde que el sol sale hasta que anochece.
Las hostilidades de que fueron objeto los sacerdotes y soldados, la alevosa muerte que dieron los isleños á más de uno, y las dificultades que oponían, ora en la resistencia pasiva, ora en el éxito de las armas, motivaron el que poco á poco, y á medida que llegaban las naos se fuera aumentando el personal de guerra, y que el inofensivo y modesto establecimiento que se levantó en un principio, se perfeccionara tomando el carácter que distingue la conquista, y la persuasión, las armas y la fe, la suavidad de los principios del cristianismo, y los mortíferos estragos de la metralla; participando bien pronto el establecimiento de la abadía y del fuerte; del campanario y de la atalaya; de la cruz y de la espada.
Había tomado esa resolución al llegar, después de pasar sesenta y cinco días encerrado en una jaula con la escoria del género humano, sin oir más que palabras infames, cantos obscenos y proyectos de venganza y viviendo ante la boca de un cañón cargado de metralla. La existencia me pareció imposible de soportar y me propuse escapar de ella dándome muerte.
El elector, el club parroquial, pueden ir valientemente al atrio a votar, porque no tienen responsabilidades; el soldado muere en el asalto, en la lucha cuerpo a cuerpo; la metralla lo quema y lo despedaza, pero muere sin responsabilidad.
Uno de ellos, de grandes bigotes rubios y mejillas terrosas, miraba con los ojos empañados, como dominados por una horrible pesadilla; el otro, completamente doblado, con las manos azules y el hombro destrozado por la metralla, se encogía cada vez más y luego se enderezaba como sobresaltado, hablando en voz muy baja, como si estuviera soñando.
Los repetidos disparos de metralla no detenían a los franceses. Brillaban los dorados uniformes de los generales puestos al frente, y tras ellos la hilera de marinos, todos vestidos de azul y con grandes gorras de pelo, avanzaba sin vacilación. De rato en rato, como si una manotada gigantesca arrebatase la mitad de la fila, así desaparecían hombres y hombres.
Alzad la noble frente, Que adornan las señales De la metralla ardiente, Alzaos del frio lecho, Con voces en el pecho, Latiendo el corazon. Rasgad con mano fuerte La fúnebre mortaja Con que os vistió la muerte, Y oireis la sorda caja Que toca ¡á bayoneta! La voz de la corneta, Y el trueno del cañon.
Palabra del Dia
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