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Y todo ello para que Flandes esté cada vez menos seguro; para que el francés, a quien ya le teníamos del collar del jubón, vuelva a provocarnos, y el inglés degüelle, tale y saquee, a su guisa, en nuestras costas. Fuimos los dueños de la riqueza, y agora somos los mendigos.

Algunos de ellos habían llegado de Andalucía tras una conducción de toros, quedándose para siempre en los alrededores de la plaza. Repartió Gallardo algunas monedas entre estos mendigos que le seguían gorra en mano, y entró en el circo por la puerta de Caballerizas. En el corral vio un grupo de aficionados presenciando las pruebas de los picadores.

Búrgos, por lo que tengo entendido, no se hace notable sino por la exuberancia de dos objetos: los primores de arquitectura gótica y los mendigos. Yo estaba ya satisfecho de monumentos y hastiado de mendigos. Queria ver en la region castellana el movimiento social, y eso determinó mi itinerario.

Pasaban rozando la verja algunas mujeres con la cabeza baja y la mantilla sobre los ojos. En las baldosas de la acera sonaban las muletas de un cojo, y más allá de la torre, bajo el gran arco que pone en comunicación el palacio del arzobispo con la catedral, reuníanse los mendigos para tomar sitio en la puerta del claustro. Devotas y pordioseros se conocían.

Un día, al pasar el marqués por el mercado, dos mendigos ciegos le reconocían por la voz y le saludaban con frases pomposas esperando que los socorriese como de costumbre. «Toma, para los dos». Y pasaba adelante, sin dar nada, mientras los dos pordioseros se insultaban, creyendo cada uno que su camarada había recibido la limosna y le negaba la mitad, hasta que, cansados de injuriarse, enarbolaban sus palos.

Atropelladamente, los tres bigardos salen de la cocina rosmando amenazas, y por el portón del huerto huyen a caballo. La vieja, con la basquiña echada por la cabeza a guisa de capuz, se acurruca al pie del hogar y comienza a gemir haciendo coro a la querella de los mendigos. Entra otra criada, una moza negra y casi enana, con busto de giganta.

El monaguillo de medio siglo antes era ahora príncipe de la Iglesia y cardenal-arzobispo de Toledo. La vieja Tomasa y él se habían conocido de niños, peleándose en el claustro alto por la posesión de una estampita o haciendo jugarretas a los mendigos que acupaban la puerta del Mollete.

De otra manera, habrá pobres, como el aire se nivelará, como sucederá todo lo que la necesidad moral de las cosas haga que suceda, diga lo que guste el Emperador de los franceses; porque sobre la voluntad del Emperador, están las leyes universales que todo lo gobiernan, á los emperadores tambien. Eso de que en Francia no hay mendigos, es gana de hablar.

Ninguna ciudad alemana tuvo mas conventos y mendigos que Colonia; ninguna de las de la region del Rin interior tiene hoy en su puerto tantos vapores y vehículos de actividad económica. Pero es verdad tambien que ninguna ofrece un contraste tan vigoroso y chocante entre su conjunto ú aspecto exterior y su interior.

Mariano, arrinconado en el recibimiento, y oyendo desde allí el rasguear de las plumas que en la sala hacían tan lucrativos números, se preguntaba por qué razón tenía el señorito Melchor sombrero de copa y él no; por qué motivo el señorito Melchor vestía bien y él andaba de blusa; por qué causa el señorito Melchor comía en los cafés, galanteaba bailarinas, fumaba buenos puros y paseaba con caballeros, mientras él, el pobre Pecado, comía y fumaba casi como los mendigos, y tenía por amigos a otros tan pobres y desgraciados como él.