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Y cualquiera puede resignarse a ser Teniers en compañía de Homero y de Cervantes, y del gran pintor de borrachos, mendigos y bufones.

En breve supe que allí hay excelentes institutos de caridad para recoger á los mendigos, cuidarles y darles trabajo. Pero esos mendigos no son de Barcelona: vienen desde lejanas poblaciones del interior á explotar á los extranjeros; pero huyen y se esconden cada vez que se les quiere recoger, para reaparecer luego en bandas errantes.

No puede tener industria, porque carece de agua para mover máquinas, no habiendo sino aljibes ó cisternas; ni tiene elementos para el comercio y la agricultura, por su posicion excepcional. Toledo, pues, seguirá siendo una ruina sublime, una estupenda curiosidad y nada mas: el museo de la vieja España, custodiado por clérigos, militares y mendigos!...

Digo esto porque desde la frontera hasta Bayona encontré doce ó catorce mendigos que desde la carretera misma imploraban la compasion del viajero; esto por lo que se refiere á la organizacion del sistema de las casas de caridad pública; respecto á lo de las formas, dos veces nos pidieron los pasaportes, y dos veces fué detenida la diligencia desde la frontera hasta Bayona en cuya ciudad nos hicieron entregarlos de nuevo á las mismas puertas.

Hay mendigos; pero de un talante particular, á la moda, con su intríngulis y su busilis, el busilis que aquí reina en todo con dominio absoluto: mendigos de buen tono, de relumbron, con su poesía acomodada al género, con su aparato artístico: es decir, mendigos con la cara lavada por el palaustre de estas tierras; mendigos franceses.

Por fin... gracias á Dios... acercósele un pobre. «Toma hombre, toma: ¿dónde diablos os metéis esta noche? Cuando no hacéis falta, salís como moscas, y cuando se os busca, para socorreros, nada ...» Apareció luego uno de esos mendigos decentes que piden, sombrero en mano, con lacrimosa cortesía. «Señor, un pobre cesante. Tenga, tenga más.

En el vestíbulo le esperaban dos postulantes y apenas apareció el decaído personaje, le asaltaron y allí mismo le dieron la lata, como fastidiosos mendigos. Con impaciencia, tomó apunte en su cartera del nombre, de la pretensión y del fiador de cada uno. Pierdan ustedes cuidado, que yo haré todo lo posible, y hablaré al doctor Eneene; precisamente, ahora voy al Ministerio.

En Marsella, como en Lyon, es ya muy notable la multitud de mendigos y el hábito de mendigar importunando, que caracteriza en Europa á todas las poblaciones meridionales. Mucho se habla de los mendigos que pueblan las calles y los caminos en Italia y España, pero los viajeros ingleses y franceses se olvidan de la mendicidad en Inglaterra y Francia.

En Cataluña y las Provincias todo progreso es aceptado con entusiasmo y constancia por las poblaciones. En ellas no existe la mendicidad; los mendigos que se encuentran en algunas ciudades catalanas proceden casi todos de Aragon, de donde bajan á explotar las plazas industriosas y comerciales.

Estas historias de muchachos mendigos que a lo mejor salen con la patochada de tener por papás a duques o príncipes, no pueden pasar en el día, mejor dicho, yo creo que no han pasado nunca. Admitámoslo en las novelas; ¡pero en la realidad...! En fin, sea lo que quiera, es preciso atender al Canónigo, que nos sirve bien. Entérate. Dice que pongamos a disposición de la muchacha algunas cantidades.