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Metió su zarpa agresiva en el bolsillo repleto, y haciendo sonar las monedas con demente regocijo, hizo un ademán grosero y ganó la puerta de la calle, meciéndose en balances peligrosos y borbotando desatinos. Le contempló Narcisa con desprecio olímpico, murmurando: Ni para eso me sirve este bruto; pero si no es hoy será otro día....

Vista de fuera, Honda parece una ciudad oriental ó morisca, ya par su caprichosa situacion y sus edificios de pesada manipostería, ya por el contraste de los colores, los techos, los blancos ó negros muros, las formas extravagantes y los balcones y azoteas, ya en fin por los penachos de los altos cocoteros, meciéndose blandamente como para abrigar con su sombra la ciudad, protegiéndola contra los rayos de un sol abrasador, que brilla en la mitad de un cielo eternamente azul y trasparente.

Abajo, en el comedor, el rechinar de un piano agrio y destemplado, la sonora y brutal carcajada de un jugador de órdago, el ruido de botellas que se destapan, la vocería insípida de un juego de prendas. Sobre el puente, el joven oficial de guardia, inmóvil, recostado sobre la baranda, meciéndose en los infinitos sueños del marino y reposando en la calma segura de los vientos dormidos.

Los príncipes del Indostán van a sus viajes en elefantes cubiertos de terciopelos de mucho bordado y pedrería, y cuando viene de Inglaterra otro príncipe, lo pasean por las calles en el camarín de paño de oro que va meciéndose sobre el lomo de los elefantes dóciles, y el pueblo pone en los balcones sus tapices ricos, y llena las calles de hojas de rosa.

Situose después en uno de los vértices de este rectángulo, y principió un canto monótono, meciéndose de aquí para allá al compás de una lúgubre melodía. Esperamos inmóviles, y, dominando el canto, oíamos las campanas de los relojes de la ciudad, y las sacudidas de un carro que rodaba por la calle sobre nuestras cabezas.

Le expresé mi placer en verme tan gentilmente acompañado, y no fingía; porque además de no tener en qué ocuparme, me recreaba al mirar aquella figurita meciéndose en la butaca con gran cuidado para no mostrar las piernas. ¿Es usted viajante de comercio, don Ceferino? me preguntó. No, señorita; soy poeta. ¡Ah, poeta! ¡Qué bonito! ¿Hace usted versos? ¿Me leerá usted algunos? ¿verdad?

Hacía días que había comprado entre otras fotografías obscenas la de una mujer desnuda meciéndose en una hamaca. Se le antojaba que la baronesa se parecía mucho a aquella mujer, y trataba de averiguar, por medio de un prolijo examen exterior, si interiormente guardaría la misma semejanza.

Fortunata decía a todo que , y aparentando ocuparse de aquello, pensaba en lo suyo, meciéndose en la dulce oscuridad y la tibia atmósfera de la sala. Por los balcones entraba muy debilitada la luz de los faroles de la calle.

Cuando te siente postrado Entre tus ramas suspira, Y cual armónica lira Lanza tu tronco humillado Ecos de tierno dolor. Al lucir el alba pura, En la Pampa ya no brillas, Y tus hojas amarillas Rodando por la llanura Van á perderse en el mar. Los cisnes de la rivera Que visten plumas de nieve, Meciéndose en la onda leve Siguen tu traza lijera Por las ondas de cristal!