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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Quevedo se puso en medio de la calleja, y desnudó la daga y la espada. Hemos dicho que la noche era muy obscura. Defendéos ú os mato dijo Juan Montiño á dos pasos del que había salido por el postigo. Volvióse éste y desnudó los hierros. ¿Y por qué queréis matarme? dijo. Juan le contestó con una estocada. ¡Ah! vos sois el mismo de antes dijo don Rodrigo, que él era.

Esperó a que Vérod contestase; pero como éste era incapaz de decir una palabra, el Príncipe continuó: Usted no puede matarme, porque recuerdo la ley del perdón que ella practicaba.

Al llegar la Nochebuena de hace tres años, el pueblo, embriagado y excitado ... se dirigió a mi casa, me sacó de ella y me llevó a una barranca cercana a esta población para matarme. ¡Figúrese Vd. la aflicción de mi mujer y de mis hijos!

Y, porque no pierdas por carta de más ni de menos, yo estaré desde aparte contando por este mi rosario los azotes que te dieres. Favorézcate el cielo conforme tu buena intención merece. -Al buen pagador no le duelen prendas -respondió Sancho-: yo pienso darme de manera que, sin matarme, me duela; que en esto debe de consistir la sustancia deste milagro.

¿Es cierto lo que dices? ¿No te acusa la conciencia de la menor falta? ¿Cómo he de declararme impecable? Paco, ; la conciencia me acusa, pero no me atormenta; dame la carta: acabemos. ¡Qué interrogatorio! ¡Qué dilaciones crueles! ¿Has venido a matarme? No, Beatriz. Díme, sin embargo, ¿de qué te acusa la conciencia? Soy vanidosa, lo confieso.

Ha resistido usted á las autoridades de su país con un aplomo admirable. ¡Está usted fuera de la ley, amigo! ¡Pardiez! Bien ha visto usted que aquel diantre de sargento quiso matarme. Una de sus balas se llevó mi gorra y si da dos milímetros más abajo se lleva la cabeza. ¡Pero usted no le ha errado ni ha tardado en echarle al agua!

Es que las circunstancias me obligan a parecerlo. »Cuando pienso lo que me espera mañana, me dan ganas de matarme. Y al mismo tiempo, ¡vaya con las jugarretas que me hace mi destino! Deseo que llegue mañana.

28 ¿Quieres matarme, como mataste ayer al egipcio? 29 A esta palabra Moisés huyó, y se hizo extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos hijos. 30 Y cumplidos cuarenta años, el ángel del Señor le apareció en el desierto del monte de Sinaí, en fuego de llama de una zarza. 31 Entonces Moisés mirando, se maravilló de la visión; y llegándose para considerar, fue hecha a él voz del Señor:

19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial: 20 Antes anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepintimiento. 21 Por causa de esto los judíos, tomándome en el Templo, intentaron matarme.

Como el gaucho iba mejor provisto de armas, siguió disparando tiros durante su fuga, con gran prodigalidad. Sintió el estanciero una nueva indignación al darse cuenta de lo que intentaba Manos Duras contra él. ¡Grandísimo bandido! ¡Ahora tira á matarme mi flete! Y el centauro criollo, diciéndose esto, mostró tanta cólera como al ver en peligro á su hija.

Palabra del Dia

hociquea

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