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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Quien te enojó, ¿vida tiene? ¿Que donde estoy, vivo esté? 1810 Dime quién es; que yo haré Que con lágrimas lo pene. Dime cómo y de qué suerte Que le mate se te antoja, Porque en sacando la hoja, 1815 Soy guadaña de la muerte.

Se decía que sus cabellos eran negros como la endrina, que sus ojos brillaban como dos soles, que tenía manos muy bellas y señoriles, y que la palidez mate de su terso y blanco rostro estaba suavemente mitigada por el sonrosado y vago matiz que arrebolaba sus frescas mejillas.

El chico salió corriendo y volvió triunfante con una ratonera, donde estaba presa una lauchita... Mirela, niña, qué preciosa... ¡Uf, da asco! ¿Qué vas a hacer con eso? Mi mama la va a matar... Yo quería que V. la viera antes. ¡No, que no la mate! ¡Suéltala, suéltala, pobre lauchita!... ¡Si te reprenden, di que yo te lo he mandado, Ramón!...

Es mejor café con leche; el mate produce acidez al estómago cuando no se está acostumbrado a tomarlo como desayuno.. ¿Y lo estás?... No; pero a no me hace nada. Si... por darte corte con esta gente... toma café con leche... no seas pavo le dijo Ricardo. Contesta... ¡macaneador!... ¿cuántos terrones?... Para , tres dijo Lorenzo. Para ... cinco. ¡Y querías tomar mate amargo!...

Algunos habían sido heridos tres veces desde el principio de la guerra y volvían remendados y galvanizados á someterse á la lotería de la suerte, siempre en espera del golpe supremo... ¡Ay, su hijo! Desnoyers se indignaba oyendo á su esposa. ¡Pero si á Julio no hay quien le mate!... Es mi hijo. Yo he pasado en mi juventud por terribles peligros.

¿Mate?... Creo que mis compañeros quieren algo más sólido... ¿qué tal, Lorenzo?... Venimos a tus órdenes. ¡Eso quiere decir que hay apetito!... ¿No te decía yo?... y agregó, alzando la voz: ¡Baldomero! ¡A la orden, don Melchor! ...aquí hay gente curiosa por ver lo que ha traído en la canasta.

No por Dios, señor mío, exclamó Margarita, poniéndose como la cera amarilla, que hartas desventuras he sufrido ya y el valor me falta, y si yo os perdiese, no podría resistir ni un punto, y ahogaríame la pena; que mirad que ese hombre es tal que no hay valiente ni diestro con quien se mida a quien no hiera o mate; y ved no hagáis que la despiadada punta que a vos os corte la vida a al corazón me llegue, y en la tumba me arroje desesperada.

Los ojos mostraban las pupilas dilatadas, con una veladura mate, como si fuesen ojos de cadáver. Un sueño pesado, letárgico, se apoderó de ella. Maltrana creyó por un momento que había muerto, pero al aproximar el oído a sus labios se tranquilizó. Una débil respiración animaba con su estertor el cuerpo inmóvil.

-Ni yo tampoco de las de vuestra merced -replicó Sancho-, siquiera me hiera, siquiera me mate por las que le he dicho, o por las que le pienso decir si en las suyas no se corrige y enmienda. Pero dígame vuestra merced, ahora que estamos en paz: ¿cómo o en qué conoció a la señora nuestra ama? Y si la habló, ¿qué dijo, y qué le respondió?

Petra.... ¡Es ella quien me hace tan desgraciado, quien me arroja en este pozo obscuro de tristeza, de donde ya no saldré aunque mate al mundo entero; aunque haga pedazos a Mesía y entierre viva a la pobre Ana!... ¡Ay, Ana también va a ser bien infeliz!». La catedral dio ocho campanadas. «¡Las ocho! Ahora debía yo despertar... y no sabría nada». Este pensamiento le avergonzó.

Palabra del Dia

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