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Actualizado: 7 de junio de 2025
Mañana, a la mañana, en la plaza nos encontraremos. Muy bien. Vino la muchacha y dijo que había sitio en la cuadra para los jacos. Entró Bautista en la casa con las caballerías, y el extranjero y Martín fueron, preguntando, a otra posada del paseo de los Llanos, donde les dieron alojamiento.
Fué, á creer á los analistas, el rosario de la hermandad de la Virgen de la Alegría de san Bartolomé, el primero que salió con sus luces é insignias, disputándose con él la antigüedad el de san Pablo, organizado por cierto fray Pedro Martín de Ulloa, y á estos dos siguieron rápidamente otros muchos que hicieron reformas por entonces.
¡Valientes granujas! murmuró Martín, que escuchaba. Capistun y Bautista siguieron su enumeración.
Al amanecer cesó la persecución. Ya no se veía a nadie en la carretera. Creo que podemos parar gritó Bautista . ¿Eh? Llevamos otra vez el tiro roto. ¿Paramos? Sí, para dijo Martín ; no se ve a nadie. Paró Bautista, y tuvieron que componer de nuevo otra correa. El demandadero rezaba y gemía en el coche; Zalacaín le hizo salir de dentro a empujones.
Entonces, antes de que nadie lo pudiera evitar, el Cacho, desde la esquina de la posada, levantó su fusil, apuntó; se oyó una detonación, y Martín, herido en la espalda, vaciló, soltó a Ohando y cayó en la tierra. Carlos se levantó y quedó mirando a su adversario. Catalina se lanzó sobre el cuerpo de su marido y trató de incorporarle. Era inútil.
Al cruzar el puente de San Martín, una tapada se le interpuso en el camino y con gracioso ademán abrió y cerró súbitamente su velo, enseñándole el rostro. Fue como un relámpago. Sin embargo, Ramiro reconoció al instante los ojos de Casilda, y en vez de detenerse, terciose la capa y enderezó a toda prisa hacia la otra ribera.
¿Por quién lo dice usted, por don Carlos? preguntó Martín. Sí. ¿Usted también cree que no es hombre de talento? ¡Qué va a ser! Es un tipo vulgar sin ninguna condición. Luego, no tiene idea de nada. Hablé con él cuando el bombardeo de Irún, y no se puede usted figurar nada más plano y más opaco. Pues no lo diga usted por ahí, porque le hacen a usted pedazos.
Así hacía cerca quinientos años había matado también a traición Velche de Micolalde, deudo de los Ohando, a Martín López de Zalacaín. Catalina se desmayó al lado del cadáver de su marido. El extranjero con la gente de la fonda le atendieron. Mientras tanto, unos gendarmes franceses persiguieron al Cacho, y viendo que éste no se detenía, le dispararon varios tiros hasta que cayó herido.
Martín y Bautista se miraban con cierto cómico estupor. En Logroño pararon en el cuartel y un oficial hizo subir a Martín a ver al general. Le contó Zalacaín sus aventuras, y el general le dijo: Si yo tuviera la seguridad de que lo que me dice usted es cierto, inmediatamente dejaría libre a usted y a sus compañeros. ¿Y yo cómo voy a probar la verdad de mis palabras?
Viage que hizo el San Martin, desde Buenos Aires al Puerto de San Julian, el año de 1752: y del de un indio paraguayo, que desde dicho puerto vino por tierra hasta Buenos Aires.
Palabra del Dia
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