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Actualizado: 24 de junio de 2025


-En efecto, quedamos de acuerdo -dijo Sancho- de que ha de ser condesa nuestra hija. -El día que yo la viere condesa -respondió Teresa-, ése haré cuenta que la entierro, pero otra vez os digo que hagáis lo que os diere gusto, que con esta carga nacemos las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos porros.

Este resbaladizo incidente llenaba años después el chistoso segundo acto de «Los maridos de Leontina». Como los negocios de Farjolle siguen rumbo próspero, el comandante Baret, antiguo amigo suyo, le entrega una fuerte suma para que la emplee en algún buen negocio.

Y mientras permanecía con el espinazo doblado, y Momaren, rojo de emoción, miraba á unos y á otros para convencerse de que todos se daban cuenta de tan enorme homenaje, dos matronas barbudas murmuraron bajo sus velos: De seguro que piensa pedirle algo mañana mismo para alguna de sus amigas. Y lo que se lleve lo quitará á nuestros maridos contestó la otra.

La misma osadía de sus frases quitaba valor a cuanto salía de su boca. ¿Por qué incomodarse con él si todo el mondo sabía su condición? Requebraba a las hijas delante de sus padres, a las casadas en presencia de los maridos... y nadie le hacía caso.

Y las mujeres estaban contentas, porque cuando el ruiseñor cantaba, sus maridos y sus hijos no bebían tanto vino de arroz. Y se olvidaban del canto los pescadores cuando no lo oían; pero en cuanto lo volvían a oír, decían, abrazándose como hermanos: «¡Qué hermoso es el canto del ruiseñor

De las fiestas que se celebraron en la ALJAFERÍA con motivo de las coronaciones de las Reinas. Tambien las Reinas podian aspirar en nuestro reino al honor de la coronacion, pero segun advirtió D. Pedro 4.º en sus ordinaciones, debian recibir la corona de mano de sus maridos, y no de ninguna otra, y no podian tomarla tampoco del altar.

Yo pensaba que á los maridos se les tenía siempre lástima; pero no es así. Ese hombre me causa pavor. Su mirada me hace temblar. Hemos merendado en el campo, que estaba delicioso. He gozado pocas veces tanto en mi vida. El humor de ella excelente, aunque á veces decaía repentinamente y sin motivo.

Dividióse pues la sociedad de Manila en dos bandos, en operetistas y antioperetistas que se vieron secundados por señoras de edad, esposas celosas y cuidadosas del amor de sus maridos, y por las que tenían novio, mientras las libres y las hermosas se declaraban furibundas operetistas.

Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos: para mujeres que no parían, para las que estaban de parto, para las que eran malcasadas, que sus maridos las quisiesen bien; echaba pronósticos a las preñadas, si traía hijo o hija. Pues en caso de medicina, decía que Galeno no supo la mitad que él para muela, desmayos, males de madre.

Acabo de saber que ha estado usted en mi casa. Efectivamente, esta tarde he tenido el gusto de ver a Clara... ¿Y no hubiera usted hecho mejor en haberse privado de ese gusto? dijo Tristán, a quien la frase del marqués calentó aún más la sangre. Nanín le miró estupefacto. No comprendo... Quiero decir que visitar a las señoras jóvenes en ausencia de sus maridos no siempre es oportuno.

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