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Actualizado: 24 de junio de 2025


No faltan mujeres que burlen a sus madres y a sus maridos; pero estamos ciertos de que, de cada ciento, apenas habrá una que no deseche el recurso del narcótico.

No puede ser respondió resueltamente Clara con el instinto seguro que tienen las mujeres para juzgar el carácter de los amigos de sus maridos. ¿Cómo no ha de ser, si yo mismo le he oído? Clara quedó un instante suspensa, pero volvió a decir con mayor resolución: No puede ser. García es absolutamente incapaz de cometer contigo una villanía.

Esta clase de educaciones exquisitas son en París, como en otras partes, el consuelo de muchas viudas cuyos maridos viven, sin embargo. La señorita Juana Berengére de Latour-Mesnil había recibido felizmente de la naturaleza todos los dones que podían favorecer la ambición de una madre.

Solamente los caciques toman dos y tres mujeres, y éstas, aunque sean hermanas, las cuales no tienen otro empleo que cocer la chicha, corriendo por cuenta de los maridos el recibir y hospedar á los forasteros y servirles con esta bebida que hacen de maíz, mandioca y otras frutas; en el color se da algún aire al chocolate y en los efectos es muy semejante al vino.

Debe reposar sobre algún principio científico, será tal vez un fenómeno de sugestión, ese afecto constante, seguro y marcado de todos los maridos hacia el hombre que sus mujeres aman.

Todo el que me conozca habrá de conocerte a ti; y, conociéndote, no podrá menos de estimarte por lo que vales, que es mucho, y no porque seas mi marido. Los que son sólo conocidos como maridos es porque de otro modo no merecen serlo. Nadie se acordaría de ellos a no ser por sus mujeres.

Y miren la otra, la mosquita muerta, con su cara de Niño Jesús y su fama de virtud. ; santidades a cuarto; véase la clase. Te aseguro que el día en que esto estalle y haya la gran tragedia, será el día más feliz de mi vida. ¿Pues qué cree ese? ¿Que se puede engañar, y engañar, y engañar siempre, y burlarse de los pobres maridos?

Fue en uno de aquellos tormentosos días cuando pensó por vez primera en su vida que una pasión fuerte todo lo avasalla, como había leído y oído mil veces sin entenderlo. Se creía a veces un miserable, el más miserable de todos los maridos ordinariamente dóciles; y, a ratos, se tenía por un héroe, por un hombre digno de figurar en una novela en calidad de protagonista.

Un esposo como el mío, que se confunde con la plebe, merece que se le iguale con la generalidad de los maridos. Vos meditaréis. Ya lo creo... y porque medito me vengaré del rey, que no ha sabido tener personas dignas al lado de su hijo, mortificándole; del príncipe, enamorándole y burlándole... ¡Ah! burlándole... es decir...

El recuerdo de su difunto, que siempre se avivaba en la mente de doña Lupe cuando se veía en algún conflicto, la enterneció. En todas sus aflicciones se consolaba con la dulce memoria de su felicidad matrimonial, pues Jáuregui había sido el mejor de los hombres y el número uno de los maridos. «¡Ay, mi Jáureguiexclamaba echando toda el alma en un suspiro.

Palabra del Dia

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