Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 24 de junio de 2025
Todo París se ocupaba hacía algún tiempo de la intimidad de Pierrepont con la joven baronesa de Grèbe, y en cuanto al barón, enteramente domado, fascinado e hipnotizado por su mujer, había concluído por formar parte de la numerosísima cohorte de maridos de que rebosa el mundo y de los cuales no sabe uno si compadecer la ceguera o admirar la complacencia.
Estoy absolutamente persuadido de que la mayoría de las mujeres que faltan a sus maridos no lo hacen porque dejen de hallarse conformes con ellos ni menos porque los aborrezcan... ¿Entonces por qué les faltan? preguntó Narciso Luna riendo. Por la tendencia invencible que todos los seres sentimos hacia la variedad, a lo menos como seres corporales. Sería muy bello que fuésemos espíritus puros.
Más era: aunque la razón le decía que en casos tales todos los maridos del mundo tenían muy poco que hacer, y que todo era ya cosa de la madre y del médico, se le antojaba que él estaba siendo allí todavía más inútil que los demás padres en igual situación; que se le arrinconaba demasiado, que se prescindía demasiado de él. Sin embargo, lo que le había dicho D. Venancio no tenía vuelta de hoja.
18 porque cinco maridos has tenido; y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. 19 Le dice la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde es necesario adorar. 21 Le dice Jesús: Mujer, créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
Mi inocencia no sospechó del señor de Baurepois, el cual no me parecía de la madera de que se hacen los maridos. En casa de la Bonnetable, olvidada ya de su enfado, esperé en vano al señor en honor del cual me había puesto mi traje azul y el sombrero cuya pluma, etc. En casa de la señora de Ribert, ni sombra de pretendiente. En casa de la Roubinet, nada más que un diluvio de flores de retórica.
Algunas, vestidas de negro con una austeridad monjil, acometían desde las primeras frases el elogio o el lamento de sus difuntos maridos. Verificábase una aproximación general, como si todos en el buque despertasen de pronto, reconociéndose antiguos parientes.
¡Ah! si no fuera porque estamos perdiendo el tiempo, querría que me explicáseis... Os he visto tamaño como una mano de mortero, cuando andábais poniendo mazas á las damas de palacio, y cuando más tarde ellas os ayudaban á poner mazas á sus maridos. Yo os he soltado la lengua, y meciéndoos sobre mis rodillas, he sido vuestro primer maestro.
El camarón dio una vuelta en redondo, que le sacó al agua espuma, y se fue sobre Loppi, con las bocas abiertas: ¡A tu rincón, imbécil, a tu rincón! ¡los maridos cobardes hacen a las mujeres locas! ¡abajo el palacio, abajo el castillo, abajo la corona! ¡A tu casuca con tu mujer, marido cobarde! ¡A tu casuca con el morral vacío!
Gonzalo se desternillaba de risa, sin comprender que es peligroso que los maridos rían demasiado los chistes de sus mujeres. La vida que hacían era harto sedentaria. A Ventura no le gustaba salir de casa. El sol le producía dolor de cabeza; el fresco de la tarde le irritaba la garganta. Cuidaba del aliño de su persona, y variaba de trajes lo mismo que si se hallase en Madrid.
¿Y el pobre calzonazos dio su permiso? dijo Visita, colorada de indignación . ¡Qué maridos de la isla de San Balandrán! añadió acordándose del suyo. La Marquesa no acababa de santiguarse. «Aquello no era piedad, no era religión; era locura, simplemente locura.
Palabra del Dia
Otros Mirando