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Actualizado: 9 de julio de 2025


Les ofreció la mano y añadió: Acaso son ustedes insensatos, pero lo que van á hacer no es vulgar y les admiro de corazón. Querido amigo, dijo Tragomer, yo arriesgo la empresa porque amo á la señorita de Freneuse y trabajo por mismo al intentar la rehabilitación de su hermano. Mi mérito es, por tanto, muy débil. El verdadero héroe es Marenval, pues se sacrifica por el honor.

Es poco halagüeña, pero debo ser sincero. Puede usted decirlo todo y con entera franqueza, dijo Tragomer. Mi convicción es sólida y no cambiará. Marenval y yo podremos modificar nuestro plan para llegar al fin que nos proponemos, pero nada nos hará desistir. ¡No habría ya descanso para nosotros si abandonásemos á ese desgraciado sabiendo que es inocente.

Todo aquel lujo moderno que se revelaba repentinamente al brotar la luz, hacía tan completo contraste con los proyectos que se acababan de exponer en la oscuridad, que los tres hombres se miraron, como si quisieran afirmar su realidad. Pero Tragomer sonreía tranquilo y resuelto y la claridad había devuelto á Marenval todo su valor.

No les interesaba nada de lo que pasaba al rededor de ellos, preocupados con el relato que Jacobo les estaba haciendo de su conversación con Lea. Todo lo que nos figurábamos resulta exacto, dijo Tragomer, y tendremos la prueba irrecusable. Lea debe entregármela esta noche. Llegamos á nuestro objeto, dijo Marenval con entusiasmo.

La he encontrado en San Francisco, hace tres meses, y justamente porque tuve el convencimiento de que la tenía delante, di por terminado mi viaje y he vuelto á Francia. El entusiasmo que este relato produjo en Marenval fué más fuerte que su escepticismo. Se levantó, dió la vuelta al comedor y dijo con voz entrecortada: ¡Increíble! ¡Asombroso!

Entre las seguridades del Marenval presente y las reticencias del Marenval pasado había tal desacuerdo, que eran necesarias muchas palabras para ponerlas en armonía. Un orador mucho más elocuente que Marenval hubiera fracasado en tal empresa.

Sus duras facciones estaban impregnadas de una indomable energía, sus ojos, entonces muy abiertos, echaban llamas, y se erguía, terrible, pronto á atacar y á defenderse. Detrás de Harvey, habían aparecido Tragomer, Marenval y Jacobo. Sorege les englobó á todos en el mismo insulto: ¡Estabais escuchando en las puertas! Aproximaos, señores, y veréis más cómodamente.

¡Libre! mi pobre Jacobo, dijo entonces Marenval echando los brazos al cuello del joven y mirándole con ternura. ¡Ya era tiempo de que llegásemos! ¡Cómo ha cambiado usted! Lavada por el agua del mar, sin pintura y sin postizos, la cara enflaquecida de Freneuse aparecía macilenta y melancólica. Gracias, amigos míos, gracias por vuestra heroica abnegación.

Marenval se subió el cuello de su gabán de pieles, alzó los ojos hacia la puerta que se abría delante de él y, ya mal humorado sin más que haber mirado aquel pasaje poco atrayente, entró resueltamente en el patio.

Se nos ha dicho que seríamos interrogadas, mamá, dijo la joven sonriendo, pero no que se nos explicaría nada. Tengamos paciencia. La anciana hizo un gesto de resignación. Ya estamos acostumbradas... Marenval se levantó Querida prima, dijo en el tono más afectuoso; dejo á usted, pero volveré á verla muy pronto. Nuestras conferencias serán frecuentes, lo que espero que no les será desagradable.

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