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Lope desembarca en Cádiz, viene a Toledo, y, reunido con su esposa, habrá marchado a Valencia a principios de 1589. La razón de haber escogido Lope esta rica ciudad como lugar donde cumplir su destierro fuera del reino de Castilla debe haber sido el gran florecimiento que habían alcanzado allí las letras.

La voz no quiso salir de su garganta; temía echarse á llorar como un niño. Salió á trabajar, pero en vez de hacerlo dejóse caer bajo un árbol, y así se estuvo toda la mañana inmóvil, con los ojos extáticos. Un deseo punzante le acometió, el de ver por última vez á Demetria y despedirse. Quizá no se hubiese marchado aún.

Debajo de su americana blanca, traía una blusa de lana azul igual á la de Dougall y debajo del pantalón, otro de la misma tela que la blusa. En seguida sacó del bolsillo una boina bordada de rojo y un par de zapatos. ¡Vamos! vivo... ¡Desnúdate! ¿No podrán sorprendernos? No, no vendrá nadie, si el vigilante se ha marchado realmente. ¿Pero cómo me quito la cadena? ¡Espera!

Las monjas han descendido del tren. Y se han perdido a lo lejos, con una maleta raída, con dos saquitos de lienzo blanco, con un paraguas viejo... Este viejo por la mañana había venido a traer un sobre grande en que decía: Señor don Lorenzo Sarrió. Sarrió, puesto que era para él, ha abierto el sobre, después que se ha marchado el viejo, y ha visto que dentro había una cartela con un escudo.

Los últimos que quedaban del partido tibio se han marchado, viendo que la opinión se va tras nosotros. Anoche le han dado una silba horrible. Han acordado marcharse todos, y el amo del café, Grippini, ha venido á decirme que si queremos continuar nosotros las sesiones.... ¿Pues no hemos de continuar? Esta noche misma dijo Alfonso con entusiasmo. Bien por la Fontana.

»El melancólico y tristón Felipe, goza el privilegio de que me río de él para mi fuero interno cuando le tengo en mi presencia, y con la señora Braun cuando se ha marchado... A ése no tengo que respetarle... »Puede usted reñirme por esta tendencia a la burla que yo misma me echo en cara, sobre todo tratándose de uno de sus mejores amigos.

Escribientes de las oficinas militares, ordenanzas, individuos de la policía, gendarmes, todos habían marchado para dar el último empujón, formando una masa de heterogéneos colores.

Lo primero que vió al salir del pabellón fué la bandera de la Cruz Roja que seguía ondeando en lo alto del castillo. Ya no había camillas debajo de los árboles. En el puente encontró varios sanitarios y uno de los médicos. El hospital se había marchado con todos los heridos transportables. Sólo quedaban en el edificio, bajo la vigilancia de una sección, los más graves, los que no podían moverse.

Pero, contra su voluntad y sus esfuerzos para distraerse, no podía apartarla de la imaginación. Después del mediodía, en vez de irse a dormir la siesta a la Mata, como tenía por costumbre, se bajó pian, pianito, al pueblo, sin objeto determinado. Estaba casi desierto. La gente se había marchado al trabajo: la mayoría de las casas cerradas.

»Ven pronto. »Te abraza tu tío Y ésta es la carta que ha recibido Azorín una página de nuestra historia contemporánea, un fragmento vivo, auténtico, con detalles vulgares, con rasgos épicos ¡en la realidad todo va junto! de nuestra vida de provincias literaria y política. Hoy Azorín se ha marchado a Petrel.