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Actualizado: 26 de junio de 2025
¡Cuánta mujer ideal y atrayente bajo la trama cariñosa de esas telas modernas, cómplices de la carne y del contorno que este siglo materialista teje con las alas de pájaro o pétalos de flores exóticas! ¡Cuánto ser grotesco de fealdad repugnante, de doloroso raquitismo, brincando sin gracia, marcando la nota chillona del ridículo! ¡Cuánto contraste!
Instintivamente, las manos del joven recorrían la desnudez de su amante, marcando sus tesoros bajo la tela blanca y fina; sentía el suave calor, la palpitación misteriosa de aquella carne que había infiltrado en su cuerpo algo de su propia vida en los espasmos de la pasión, en el dulce arrobamiento de la comunión amorosa.
Bueno, ya estaban en la esquina, pero por un poco más nada se perdía; prolongaría el plazo hasta un farol que estaba tan próximo. Pero en llegando allí no había excusa. Hablaba, o era capaz de arrancarse la lengua. Y así pasaba la pareja por todas las etapas que la maldita timidez de Juanito iba marcando, sin llegar a decidirse.
El estertor fatigoso, la inmovilidad del enfermo, las sombras cadavéricas que se extendían sobre el rostro, marcando sus huecos con triste negrura y haciendo destacar fúnebremente el perfil de la nariz, acabaron con la serenidad del pobre viejo, arrancándole un grito que parecía salirle del alma: ¡Juanito...! ¡Niño mío...! ¿No me oyes...? Soy el tío Juan....
De buena gana hubiera confirmado Leto esta opinión con un ejemplo que se le vino a la punta de la lengua; pero considerando que podría mortificar con él a Nieves, si no mentían ciertos rumores y otras determinadas señales, se limitó a decir, marcando mucho el acento admirativo: ¡Muy bachillera!...
La preponderancia de los Mindanaos fué en aumento hasta el año 1846 en que la aplicación del vapor á los buques de guerra inició era de tranquilidad para los infelices indios de nuestras provincias, marcando de modo infalible la ruina del poder pirático de los malayo-mahometanos.
Este año no sería como otros, en los que la compañía, a poco de salir, marchaba en desorden, vacilante sobre sus pies y marcando mal el paso. Las calles no tardaron en convertirse en vías de Amargura para el capitán Chivo. Sentía calor bajo sus armas; por un poco de vino no iba a alterarse la disciplina.
Aquí D. Evaristo se acercó más a ella, como si temiera que alguien le pudiese oír, y con el dedo índice muy tieso iba marcando bien lo que le decía. «Lo segundo es que tengas mucho cuidado en elegir, esto es esencialísimo; mucho cuidado en ver con quién... en ver a quién...». La conclusión del concepto no salía, no quería salir.
Al otro lado del río, millares de luces de colores, en serpenteantes líneas o marcando el contorno de los pabellones arquitectónicos, desvanecían la obscuridad, produciendo un rojizo vaho que se extendía por el cielo coma el reflejo de lejano incendio. Las charcas del río se poblaban de inquietos peces de fuego. Atravesó el puente sufriendo los codazos de la multitud.
Al oir este nombre la cara de la señora de Campistrón cambió repentinamente, sus mejillas se hincharon, su barbilla se hizo saliente, sus cejas pintadas su juntaron, marcando en su frente una barrera fomidable, dió una fuerte palmada y dijo con voz amarga: ¡Ah! ¡Jenny Hawkins! ¡Hacía mucho tiempo que no oía hablar de tal persona! ¡Jenny Hawkins!
Palabra del Dia
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