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Y truxeron el ašna y el pollino, y pušieron šobre ellos šus mantos y šentoše šobre ellos. Y muy mucha compaña tendian šus mantos en el camino: y otros cortavan ramos de los arboles, y tendian por el camino. Y las compañas que yvan delante, y lasque yvan detras acclamavan diziendo, Hošanna, al Hijo de David, Bendito elque viene en el nombre del Señor: Hošanna en las alturas.

5 El Caballero de Gracia, del maestro Tirso de Molina. 6 El pronóstico de Cádiz, de D. Alonso de Osuna. 7 La trompeta del juicio, de D. Gabriel del Corral. 8 Prodigios de amor, de Villaviciosa. 9 El Amor enamorado, de D. Juan de Zavaleta. 10 El esclavo del más impropio dueño, del maestro Roa. 11 El socorro de los mantos, de D. Carlos de Arellanos.

Pero los discípulos que estaban con el rey pudieron más; y el rey les mandó hacer pagodas de muchas torres, donde ponían a Buda de dios en el altar, y los discípulos se mandaron hacer túnicas de seda y mantos con mucho oro y bonetes de picos, y a los discípulos más famosos los fueron enterrando en las pagodas, con sus estatuas sobre la sepultura, y les encendían luces de día y de noche, y la gente iba a arrodillarse delante de ellos, para que les consolaran las penas que da el mundo, y les dieran lo que deseaban tener en la tierra, y los recomendaran a Buda en la hora de morir.

Costumbre muy arraigada era en las mujeres españolas en los siglos XVI y XVII salir á la calle cubiertas con mantos, y de las más afectas á ese uso lo fueron las damas de Andalucía, y particularmente las sevillanas, que en esto de ir tapados los rostros como en otros varios hábitos que tenían, veíanse claros los restos de costumbres mahometanas de lejanos días que no habían podido desechar, dado que aunque ellas no quisieran, algo de sangre moruna por sus venas corría.

Hasta ciertos árboles de la orilla contribuyen á la riqueza de la vegetación acuática por innumerables radículas flotantes que cubren las gruesas raíces de largos mantos color de rosa. En medio de ese mundo de plantas se agita el mundo infinito de los animales.

El gran don Felipe II, padre de vuestra majestad, lo concedió al duque de Osuna para su hijo bastardo cuando aún no le había dado su madre á luz. ¿Y para qué dos mantos á un mismo hombre? eso es decirle que tiene mucho frío y que queremos abrigarle.

Aquellos hombres, con sus mantos flotantes como sudarios, parecen fantasmas del mondo africano, ó cadáveres ambulantes de las generaciones que le trasmitieron al mundo cristiano el depósito de la civilizacion. Yo no podia mirar sin profunda tristeza ningún israelita ó moro de los que pueblan á Gibraltar.

Tropezaba acá y allá con las gentes, como un caballo desbocado, las lanzaba un gran trecho ó las dejaba caer y seguía corriendo. En pocos momentos llegó al alcázar. Antes de llegar á él vió á Luisa y á Inés que iban envueltas en sus mantos. Pararon un momento. ¿A dónde vais? las dijo con acento amenazador. ¡A misa...! contestó temblando Luisa. ¡A misa! ¿en día de trabajo?...

Misterioso como nunca pareciole ahora el extraño monumento dorado y azul de los Mártires. Bajó a la cripta. La milagrosa imagen estaba rodeada de cirios ardientes. Dos mujeres, echadas de pechos en el suelo, gemían hacia un rincón, cubiertas completamente por sus mantos, haciendo pensar en dos enormes murciélagos moribundos.

Así había sido doña Constanza, tal como aparecía en el lienzo, pelirrubia y con enormes ojos negros, guapetona, un poco llena de carnes, como conviene á una mujer acostumbrada á arrastrar mantos regios y que sólo por devoción accede á disfrazarse de campesina. La imagen de la emperatriz llenó su pensamiento infantil.