Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 21 de junio de 2025


Al farmacéutico Duvierti le obligaron, poniéndole los rifles al pecho, á entregar todo el dinero que poseía, y lo mismo hicieron con los dueños y dependientes de las casas mercantiles de Celedonio Gómez, Mancebo Hno., Isidoro Campa, Cucirié y Co., J. Servet y otras muchas.

Finalmente la exôrbitancia del cuello y puños era tal, que en el cuello se escondia y sepultaba el rostro, y en los puños los brazos. Digo pues que el tal mancebo se llegó á , y con voz grave y reposada me dixo: es por ventura vm. el señor Miguel de Cervantes Saavedra, el que ha pocos dias que vino del Parnaso?

Aveisle visto removido un instante de su obstinacion? En todas edades es molestado deste gusanillo roedor de la poesia: muchacho, mancebo, varon, viejo, decrepito; al amanecer, á medio dia, á la tarde, á la noche, todo es versificar; todo es romances, sonetos, decimas, liras, octavas, etcétera...» Hasta aquí Suárez de Figueroa; pero sus advertencias, como es de presumir, fueron vanas.

Aquel mancebo va de muerte; el otro, de ángel; aquella mujer, que es la del autor, va de reina; el otro, de soldado; aquél, de emperador, y yo, de demonio, y soy una de las principales figuras del auto, porque hago en esta compañía los primeros papelesDon Quijote, parte 2.ª, cap. 11. Don Quijote, parte 1.ª, cap. 12.

La botica se había colmado después de desmayadas y contusos; y a don Adrián, y a Leto y al mancebo, y al mismo Cornias, les faltaba tiempo para disponer antiespasmódicos y aplicar compresas de árnica y vegeto, y hasta alguna que otra tira de aglutinante. No se había visto otra ni se volvería a ver tan pronto, en Villavieja.

El uno de ellos era cirujano, Grandísimo filosofo y latino, Mostraba ser en obras muy cristiano, Que yo traté con él muy de contino. El otro era mancebo cortesano, En mi nave de Santos este vino; Entrambos se quedaron en la costa, Que les hace en comer el Rey la costa.

Soltaron la carcajada los oficiales, ni más ni menos que si el alférez hubiese proferido alguna notable agudeza; las niñas grandecitas se volvieron haciendo que no oían, y Amparo, que tenía sus pupilas oscuras clavadas en el rostro del mancebo, las bajó de pronto, quiso disparar una callejera fresca, sintió que la voz se le atascaba en la laringe, se encendió en rubor desde la frente hasta la barba, y echó a correr como alma que lleva el diablo.

Al llegar a la esquina, en la misma red de San Luis, se detuvo vacilante, miró a todas partes, y percibiendo otra vez al rubio mancebo le volvió la espalda con ostensible desprecio y comenzó a descender con más prisa por la calle de la Montera, donde su presencia causó entre los transeuntes la misma emoción.

En ese instante, hacia la derecha del mancebo, un desconocido, con galas de soldado, exclamó, reteniendo a un lacayo por el gregüesco: ¡Ea, seor Antoñico, no nos alargue la penitencia y arrímenos por piedad otro plato de bódigos y unos vidriecicos del San Martín, que fenecemos!

El mancebo de los pantalones cortos, tan pronto como se acercó la niña, habíase retirado majestuosamente, proyectando con su nariz en las paredes una sombra gigantesca. ¡Ah! ¿Una habitación? Venga usted conmigo... Felicia, Felicia, ven a recoger la maleta de este caballero... Por aquí...

Palabra del Dia

vorsado

Otros Mirando