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La brillante pollada del balcón agitábase con gran algazara, sin importarle las miradas curiosas de los de abajo; dominaba en ella esa nerviosa alegría de las jóvenes cuando, libres momentáneamente del sermoneo de las mamas, sienten una oculta comezón, un vehemente deseo de cometer diabluras. Con el anhelo de su libertad, iban de una parte a otra sin saber por qué.

Ya quisieran muchos niños, cuyos papás gastan levita y cuyas mamás se zarandean por ahí, estar tan lucidos y bien apañados como están los de Guillermina». Jacinta se iba convenciendo, y cada vez sentía menos fuerza para oponerse a las razones de aquel excelente hombre.

Algunas mamás, severas y malhumoradas, encontraban atrevida la expresión de sus ojos. Otras matronas, cuya barba empezaba á poblarse de canas, quedaban pensativas y melancólicas á la vista de estos hermosos guerreros, que parecían despertar sus recuerdos.

De las calles vecinas iban llegando recién peinadas y coquetas las señoritas deseosas de que el novio se hiciera el encontradizo, las niñas ávidas de jugar y las mamás cargadas de devocionarios sujetos con gomas encarnadas.

Basta ya de naufragios: yo quisiera razas durables. El cetáceo desaparecerá. Resumamos nuestras concepciones, y de esa poesía gigantesca de los recién nacidos, de las mamas, la leche y la sangre caliente, conservémoslo todo menos el gigante. Conservemos, sobre todo, la afabilidad, el amor y la ternura de la familia.

Que la madre Foca á la madre Lamantina se ofrezca á mi vista sobre su roca cual sirena, en el primitivo uso de la mano y de las mamas, con su pequeñuelo sobre su seno. ¿Es decir que esos seres hubieran podido ascender hasta nosotros? ¿Acaso fueron los autores los ascendientes del hombre? Así lo supuso Mallet. Por lo que á toca, no lo creo verosímil.

A la salida, repetición del desfile: junto a la pila se situaron tres o cuatro de los que ya no se llamaban dandys ni todavía gomosos, sino pollos y gallos, haciendo ademán de humedecer los dedos en agua bendita, y tendiéndolos bien enjutos a las damiselas para conseguir un fugaz contacto de guantes vigilado por el ojo avizor de las mamás.

En las mesas de familia, las mamás acogían a sus hijos con ojos de severidad y labios apretados; pero aquéllos salían del paso saludando a «sus viejos» con aire indiferente, como si los hubiesen visto momentos antes. Al terminar el almuerzo, Fernando se encontró con Mrs.

Fíjese usted: tres jovencitos nada más, tres niños de buena familia, que indudablemente vienen enviados por sus mamás. Ojeda movió la cabeza negativamente. Los recibimientos eran distintos, cierto; pero faltaba ver el final, el resultado positivo de las conferencias. Los dos vienen a ganar dinero, y eso es lo que en realidad les importa.

Las dos familias, sufriendo los codazos de la muchedumbre, salieron de la plaza por entre los jinetes de la Guardia Civil que mantenían el turno en el desfile de los coches, fueron en busca de los suyos, teniendo las mamas y las niñas que recoger sus faldas de seda, y manchándose las medias con el barro de la carretera recién regada.