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El novelista imagina a su antojo a los personajes de su novela, tontos o discretos, malvados o bonachones, débiles o briosos, y luego por ineludible dialéctica los mueve a que lo digan y lo hagan todo en consonancia con lo presupuesto.

Tablas era la honda; pero distaba mucho de ser la mano. Pues, señores añadió López . ¡Yo mismo les he llevado ayer un saco con media fanega de veneno! ¡Media fanega de veneno! ¿Y se lo has llevado? , porque no sabía lo que era. No es la primera vez que esos malvados reciben remesas de veneno. El saco que les llevé ayer vino de Cataluña para ese.... No le quiero nombrar.

Aquí una parte del Paraguay está hoy día habitada de gran número de infieles; pero el lado izquierdo es el más poblado, porque se pueden defender más fácilmente de las inopinadas invasiones de los Mamalucos, á causa de que estando rodeados de grandes lagunas y pantanos, se hace muy difícil y casi imposible el paso á aquellos malvados. Señalaré aquí algunas naciones de una y otra banda.

Ahora bien; no si por fortuna o por desgracia, pero es lo cierto que malvados y pícaros en grado tan superlativo y extremoso van siendo más raros cada día, y, por consiguiente, la áspera senda de la virtud se va allanando y macadamizando, sin que aquellos que tienen virtud en dicho grado logren casi nunca ocasión propicia para lucirla, viéndose obligados a conservarla en estado latente allá en el fondo de sus corazones.

Al fin, obligándoles a prometer antes que lo guardarían fielmente, se lo dijo. Había observado en las niñas tendencia señalada a enamorarse de los calaveras, de los vagos, de los malvados, y a rechazar a los hombres laboriosos y formales. Para que su hija no cayera en poder de alguno de aquellos invertía las referencias que le hacia de cada cual.

¡Pues qué es usted.... Dios mío! Y Lucía cruzó acongojada las manos. Lo que el Padre Urtazu llamaría... un incrédulo. ¡Ah! gritó ella con ímpetu . El Padre Urtazu diría que son unos malvados los incrédulos todos. Pudiera añadir el Padre Urtazu que todavía son más infelices. Es verdad replicó Lucía trémula aún, como arbusto sacudido por el cierzo . Es verdad: todavía más infelices.

Cuando la nación francesa cayó en 1793 en manos de aquellos implacables terroristas, más de millón y medio de franceses se hartaron de sangre y de delitos, y después de la caída de Robespierre y del Terror, apenas sesenta insignes malvados fué necesario sacrificar con él, para volver la Francia a sus hábitos de mansedumbre y moral; y esos mismos hombres que tantos horrores habían perpetrado, fueron después ciudadanos útiles y morales.

La sociedad en que nacen da a estos caracteres la manera especial de manifestarse; sublimes, clásicos, por decirlo así, van al frente de la humanidad civilizada en unas partes; terribles, sanguinarios y malvados, son en otras su mancha, su oprobio.

La historia del espíritu humano confirma esta verdad: generalmente hablando, los hombres de entendimiento muy elevado no han sido perversos; muchos se han distinguido por sus eminentes virtudes; otros han sido débiles como hombres, mas no malvados; y si uno que otro ha llegado á este extremo, debe mirarse como excepcion, no como regla.

Le quedan á usted muy pocos días de esclavitud, gentleman añadió el joven , y por lo mismo sería lamentable que esos malvados le matasen aprovechando los últimos momentos de la tiranía femenina.... No tema usted las consecuencias: castigue con dureza á esos asesinos en el momento que intenten el golpe. ¡Ojalá estuviesen entre ellos sus instigadores!...