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Maldecía allí a las nuevas invenciones, que le obligaban a vivir continuamente preocupado en el saneamiento económico de su casa, cuyas deudas estaban todavía a medio amortizar.

Además, ya ella, por su servicio de policía secreta, y por lo que observaba directamente, había llegado a comprender que su hijo había perdido su poder sobre la Regenta. Si antes la maldecía porque la creía querida de su Fermo, ahora la aborrecía porque el desprecio, la burla, el engaño, la herían a ella también. ¡Despreciar a su hijo, abandonarle por un barbilindo mustio como don Álvaro!

Aquella tierra era la del vino, y Salvatierra, con su frialdad de sobrio, maldecía la influencia que ejercía sobre la gente el veneno alcohólico, transmitiéndose de generación en generación. La bodega era la moderna fortaleza feudal que mantenía a las masas en la servidumbre y la abyección.

798 "Si ensartaba algún asao ¡pobre! ¡Como si lo viese!, Poco antes de que estuviese primero lo maldecía, luego después lo escupía para que naides comiese." 799 "Quien le quitó esa costumbre de escupir el asador fue un mulato resertor que andaba de amigo suyo: un diablo muy peliador que le llamaban Barullo."

Y esta misma certidumbre de lo imposible de su amor, de tal manera sublimaba el alma y el cuerpo de doña Guiomar para Cervantes, que le parecía que si Dios para consolarle hiciera bajar un ángel del cielo, no había de parecerle tan hermoso en cuerpo y en alma como doña Guiomar; que hermosa era de cuerpo y de alma Margarita, ¿cómo dudarlo? pero con ser ya suya, y sin el encanto de lo imposible, puesta como un impedimento entre Cervantes y doña Guiomar, hacíase para Cervantes enojosa y casi aborrecible, y aborrecía la hora en que con aquel miserable entierro se encontró, y aun con más ahínco maldecía la compasión que a irse tras el entierro moviole, llevándole a punto en que conoció a Margarita.

Las miradas más ardientes, más negras de aquellos ojos negros, grandes y abrasadores eran para De Pas; los adoradores de la viuda lo sabían y le envidiaban. Pero él maldecía de aquel bloqueo. «Necia, ¿si creerá que a se me conquista como a don Saturno?». A pesar de esta cordial antipatía, siempre estaba afable y cortés con la viuda, porque en este punto no distinguía entre amigos y enemigos.

Su muger, que cada dia era mas fea, se hizo de una condicion de vinagre inaguantable; y la vieja cayó enferma, y era mas regañona, todavía que Cunegunda. Cacambo que cavaba el huerto y llevaba á vender la hortaliza á Constantinopla, estaba rendido de faena, y maldecia su suerte.

Cada cual en el mundo tiene su punto de vista especial; así, no es extraño que, miéntras un inválido erudito me explicaba con todo el entusiasmo posible lo mismo que cada día explica á todos los viajeros curiosos, considerando como semi-dioses á los personajes mas históricos, yo maldecia interiormente el genio destructor de esos gloriosos filibusteros á quienes las naciones llaman almirantes cuando les dan el encargo de ir á ensangrentar los mares con sus atroces combates, no contentos los gobiernos con ensangrentar la tierra.

Jamás pude acordarme de todas esas distinciones dije, en tanto interiormente maldecía a Tarlein por no haberme instruido mejor. Pero sabré reparar mi falta. Me dirigí presuroso a la puerta, y abriéndola de par en par entré en la antecámara. Miguel se hallaba sentado ante una mesa, irritado el semblante y torva la mirada.

Tendiome su mano enflaquecida, me perdonaba, no me maldecía ya, me amaba; me amaba, ; amaba al pobre Gerardo, que ha olvidado todos sus sufrimientos... Pero no es esto, señora, de lo que quiero hablarle, sino de usted... de usted, de quien él se acuerda sin cesar. Pues que ella me cree muerto dijo, que no salga nunca de su error.