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Actualizado: 26 de junio de 2025
En Don Domingo de Don Blas se describe con mucha belleza la transformación repentina de un alma, sumida en el egoísmo, en noble y en magnánima. La Manganilla de Melilla ofrece cuadros y situaciones de mucho interés, propios sólo de poetas de imaginación muy creadora, aunque se echen de menos en el plan la razón y la sensatez, que tanto brillan en otras obras de este mismo poeta.
-Pues el que pido es -dijo la doncella- que la vuestra magnánima persona se venga luego conmigo donde yo le llevare, y me prometa que no se ha de entremeter en otra aventura ni demanda alguna hasta darme venganza de un traidor que, contra todo derecho divino y humano, me tiene usurpado mi reino.
Sin el amparo de una persona tan virtuosa y magnánima como usted, ¿qué será de este caballerito, en quien han germinado las semillas de todas las malas ideas del día?
María y S. Bartolomé; allí el castillo y palacio de los condes de Altamira nos trae á la memoria la magnánima defensa que contra la acometida del rey moro Mohammad hicieron los caballeros Alonso Perez de Saavedra su alcaide, el señor de Cañete Fernando Alonso de Córdoba, Payo Arias de Castro, señor de Espejo, y Juan Martinez de Argote, señor de Lucena.
La actuación de un traidor, de un personaje sombrío y fatal, es necesaria para que por un efecto de contraste resalte con mayor relieve la grandeza magnánima del protagonista. Y en esta novela colombiana, el traidor es el honrado Martín Alonso, que lo puso todo en la empresa del descubrimiento para no sacar nada y perder encima la vida. Usted conoce la verdadera historia.
Era el corazón de Beatriz, a pesar de su orgullo aristocrático y de sus vanidades mundanal, demasiado noble, demasiado generoso, para mostrarse insensible a la actitud firme, magnánima, heroica del artista enfrente de la muerte; y en su admiración, mezclada de profunda, lástima y quizás de sentimientos más tiernos todavía, ella no recordaba sino para sonrojarse los mezquinos reproches que allá en su fuero interno había alimentado contra su marido; admirábase de haberlo hasta tal punto desconocido, de haber tan injustamente cerrado los ojos ante las luminosas cualidades del hombre y del artista para fijarse sólo en algunas miserables imperfecciones de detalle.
Mas no obstante de todo, fue reina de esta magnánima y poderosa nacion, hija de los grandes reyes católicos D. Fernando y Doña Isabel, y madre del noble y valiente emperador Cárlos V; de suerte que los pormenores de su vida privada, los motivos por qué le sobrevino su demencia, y el fundamento con que se la llama la Loca, no pueden menos de escitar la curiosidad, y con doble causa, porque puede uno mirarse en esta soberana, como en el triste espejo de los funestos resultados que las violentas pasiones llevadas al estremo tienen, siempre que no se modifican y reprimen con la razon.
Escucháron con magnánima compasion los otros cinco monarcas este razonamiento, y dió cada uno veinte zequíes al rey Teodoro para que comprase vestidos y ropa blanca. Candido le regaló un brillante de dos mil zequíes. ¿Quién es este particular, dixéron los cinco reyes, que puede hacer una dádiva cien veces mas quantiosa que qualquiera de nosotros, y que efectivamente la hace?
Los que aman con sinceridad la pobreza, los que la creen y llaman dádiva santa desagradecida, o son locos, o son santos: son Diógenes o San Francisco de Asís; a no ser que entiendan por pobreza cierta virtud magnánima que consiste en poseer y gozar todas las cosas con desdén y desprendimiento, como si no se poseyesen ni gozasen.
Pero la grave cuestión era que Carlota no podía irse con él a la ventura. Se hallaba ya bastante adelantada en su embarazo, y mientras no tuviera casa era expuesto llevársela. D.ª Carolina se mostró magnánima. Carlota se quedaría con sus padres hasta que Mario hallase un medio de vivir.
Palabra del Dia
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