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Cipriano ensaya entonces sus artes mágicas, recientemente aprendidas; preséntasele una figura con las facciones de Justina, pero el poder del Demonio sólo alcanza á enviarle su imagen aparente; corre detrás de la fantasma, le arranca el velo que la cubre, y encuentra el esqueleto de un muerto que le anuncia lo transitorio de todas las cosas terrestres.

Dime toda la verdad. ¿Te has burlado de ? ¿Me has hecho víctima de un engaño? ¿Es cierto cuanto me ha ocurrido o ha sido todo, como yo recelo, una endiablada fantasmagoría? ¿Acaso las pociones mágicas que me administraste, hundiéndome en hondo letargo, han suscitado visiones en mi cerebro, grabándose en él con el poderoso vigor y con la clara distinción de la realidad misma?

En su agreste retiro, la familia de Gláfira se había resistido a hacerse cristiana y guardaba vivos y frescos, por tradición, los recuerdos del paganismo. Hasta se jactaba de poseer virtudes mágicas y prendas sobrenaturales, adquiridas por iniciación en venerandos y primitivos misterios.

Baste para mi intento de convencerte de la aptitud y del poder que hay en ti, tanto para lo bueno como para lo malo, la ilimitada confianza que en pusiste y la constancia y el valor con que te sujetaste a mis conjuros, arrostraste pruebas tremendas y no retrocediste, lleno de terror, ante mis mágicas operaciones.

Así, por ejemplo, parece que atraía por medio de pinchos de metal los rayos y las centellas; que entendía la lengua de los pájaros; que conocía la fuerza oculta de la palabra humana y obraba por ella mil prodigios; que los genios le obedecían; y que era sabedor de todas las doctrinas mágicas de Enoch y de las que Abraham había aprendido en su patria, Ur de los caldeos, y de las que estudió Moises en los colegios sacerdotales de las orillas del Nilo.

Yo creo que le produjeron las trompetas mágicas, pero tal vez la intención de los derviches no fue en tu daño. Y por lo tocante a donna Olimpia y a Teletusa nada tenemos que reclamar. No ha habido rapto. Ni la violencia ni la astucia han sido parte en su fuga. Ellas nos han abandonado en el pleno uso y ejercicio del libre albedrío. De nadie, pues, ni de ellas mismas, podemos quejarnos.

Hubo cierto desencanto cuando las dos hermanas se presentaron muy lindas, pero muy sencillas con sus trajes de viaje. Aquellas buenas gentes esperaban ver aparecer dos princesas mágicas vestidas de seda y brocato, cubiertas de rubíes y brillantes.

Cuando uno oye la palabra imprenta, ¿no cree ver detrás la censura, el imposible vencido, la cuadratura del círculo, la gran quisicosa? ¿No hay quien ve en ella el abismo, la anarquía, aquel qué yo, que nadie sabe explicar ni comprender? Cada una de estas palabras son verdaderas linternas mágicas; el mundo todo pasa al través de ellas. Una vez encendidas todo se ve dentro.

Pero pienso como mi amigo pintor, que Murger ha envenenado nuestra juventud y nos ha hundido en la pobreza y en la soledad con el hechizo de sus mágicas narraciones. «Debemos desenterrar y quemar los restos de MurgerSiles y su carrik SILES era filósofo, poeta y cronista.

Según ellos, son los cristianos quienes con sus operaciones mágicas han hecho desaparecer las aguas, y si algún nigromántico poderoso no hace aparecer nuevamente las fuentes, sus valles estarán eternamente secos. De esos ríos malditos del Sahara, conocemos algunos cuyos valles tienen cientos y miles de kilómetros de anchura.