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Actualizado: 22 de julio de 2025
Suplicad a nuestro buen emperador que no me eche; dadle la seguridad de mi plena, de mi absoluta sumisión... ELSA. ¡Vamos, padre! ¡Te lo suplico! Levántate. EL CONDE. Sí, noble duquesa; suplicad al emperador que no destruya el nido en que ha nacido el pobre conde. No hay piedra, no hay agujero en el castillo que le sean desconocidos. De niño andaba a gatas por las losas del patio.
Se apresuró a dejar la plazuela que cubría de sombra la parda catedral... huyó hacia las calles anchas, dejó la Encimada con sus resonantes aceras gastadas y estrechas, su triste soledad solemne, su hierba entre los guijarros, sus caserones ahumados, sus rejas de hierro encorvadas, y buscó la Colonia, saliendo por la plaza del Pan, la calle del Comercio y el Boulevard, de cuyos arbolillos caían hojas secas sobre anchas losas.
Ramiro hollaba las losas con respeto profundo, y su espíritu se henchía de una abstracta emoción de majestad y de muerte al recorrer las inscripciones de los enterramientos.
Todos tenían el mismo salvaje aspecto y estaban animados por la misma energía e idéntico espíritu de venganza. Los de Hullin, rendidos de cansancio, se sentaron a derecha e izquierda en haces de leña, en las piedras de los desagües y en las losas del hogar, con la cabeza entre las manos y los codos en las rodillas.
Y mientras atravesaban el Mercado con pasos tímidos, resbalando en el barro pegajoso que cubría las losas, el joven oía a Tónica con la falsa atención del cómico en la escena, que finge escuchar mientras piensa en lo que va a decir. Juanito se indignaba sin saber por qué. ¡Qué manera de explotar aquellas señoras a la pobre Tónica! ¡Era insufrible!
Y el buen don Esteban, pequeño, rechoncho y miope, sentía en su interior un alma de héroe nacido demasiado tarde al pisar las seculares losas del templo de los Hospitalarios. Las otras iglesias enormes y ricas le parecían monumentos de insípida vulgaridad, con sus fulguraciones de oro, sus escarolados de alabastro y sus columnas de jaspe.
Frondosos y gigantescos álamos negros y pinos y mimbreras circundan la fuente y hacen aquel sitio umbrío y deleitoso. Al pie de los mejores árboles hay poyos hechos de piedra y de barro y cubiertos de losas, en los cuales suelen sentarse los caballeros y las señoras que salen de paseo.
Los últimos carruajes rodaban sobre las losas del patio del hotel y a mis oídos llegaba el ruido de los estribos al ser plegados y el golpeteo de las portezuelas al cerrarse.
Creo aún ver aquel magnífico comedor, de anchas losas, paramentos de encina, la sopa de peces humeante en medio, la puerta completamente abierta al blanco terrado, y los resplandores del Poniente que lo inundaban de luz... Allí me aguardaban siempre, para sentarse a la mesa, los torreros.
Comenzó la misa ante la imagen de san Ignacio, del lado de allá de la reja; la de Albornoz, flaca y macilenta, paseó a poco la vista por todas partes, buscando algún sitio en que sentarse, y no hallándolo, hízolo humildemente en el suelo, sobre las frías losas; un anciano, pobre mendigo de Azpeitia, levantóse al punto del extremo de un banco y quiso cederle su puesto; mas ella, agradeciéndoselo con cariñosa sonrisa, no aceptó.
Palabra del Dia
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