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Actualizado: 26 de mayo de 2025
49 Entonces Jesús parándose, mandó llamarle; y llaman al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50 El entonces, echando su capa, se levantó, y vino a Jesús. 51 Y respondiendo Jesús, le dice: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dice: Maestro, que reciba la vista. 52 Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado. Y luego recibió la vista, y seguía a Jesús en el camino.
Sale aquel criado del servicio de palacio y entra al de alguno de los que llamó D. Fulano ó D. Mengano, y si este vive con otros ciento, que sean en posición oficial menos pasará á ser el castila, y los demás seguirán siendo D. Mengano ó D. Fulano. El mayor título de respeto que puede dar el indio es el llamarle á uno el castila, palabra que va aplicando en el escalafón de las categorías.
¿Pero no sabían allí cómo vives y de qué vives? ¿No pensaste que podían avergonzarte y...? Claro que lo sabían todo: ¡si rara vez viene alguno del pueblo que no se presente en mi casa a pedirme algo! Donde me ves, he hecho a mi lugar más favores que un diputado; casi me dan ganas de llamarle mi distrito. En cuanto a que me recibiesen mal, no había miedo.
«Dice usted que ese José Izquierdo... Pero no quiero saber nada. Váyase usted». Ido había traspasado el hueco de la puerta, y Jacinta cerró de golpe, a punto que él abría la boca para añadir quizás algún pormenor interesante a sus revelaciones. Tuvo la dama intenciones de llamarle.
En la réplica le dio bastante matraca con aquella «segura servidora,» y la niña, en las cartas siguientes, modificó su despedida: el comienzo, o sea el «apreciable,» ya le costó más trabajo que lo cambiase; al fin, se aventuró a llamarle «querido Miguel.» Todas las cartas se las leía éste a su hermana. Julia principió a sentir viva simpatía hacia aquella niña de menos edad aún que ella.
Mejor es dijo el filosófico Arturo dar de nuevo las cartas, llamarle La Suerte y comenzar el juego otra vez. Se señaló, pues, día para el bautizo. A juzgar por la despreocupada irreverencia que reinaba en Campo Rodrigo, puede imaginarse lo que venía a significar dicha fiesta.
Acabó por no ocultar la admiración que le inspiraba su maestría de navegante. Conoce usted bien su mar dijo el conde. El capitán se encogió de hombros sonriendo. Era verdaderamente suyo. Podía llamarle mare nostrum, lo mismo que los romanos, sus antiguos dominadores. Como si adivinase el fondo á simple vista, mantuvo el buque en los límites del extenso banco de la Aventura.
Y como este hombre había coqueteado con chucha y hasta la había pretendido, por vicio extraño o tal vez por cálculos de conveniencia, a la pobre Lully no le queda siquiera el consuelo de figurarse a su seductor, o como queramos llamarle, menos ruin y desalmado de lo que era. Tal es la primera fingida historia, harto poco consoladora en verdad, que el Sr. Danvila ha escrito.
Pero á esto se me ocurre objetar: ¿no sería mejor y más prudente en vez de pelearse con Dios, insultarle y llamarle tirano, creer que es bueno y hasta que todo eso de las penas eternas puede ser una calumnia que le han levantado á Dios en las Edades Tenebrosas, como el coronel Ingersoll las llama?
Festejando el raro consorcio de ambas bellezas, Cristela quiso llamarle el príncipe «Unico»... Pero con mucha cordura pensó luego que el nombre de «Unico» se prestaría un poco a las chungas de los liberales y demócratas... Deseosa de librar al niño hasta de la sombra de este pequeño ridículo, le llamó entonces el príncipe «Fénix». Y con tal nombre lo bautizó el gran cardenal arzobispo de palacio, oficiando ayudado por veintitrés monaguillos.
Palabra del Dia
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