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Actualizado: 5 de julio de 2025


Tales personas no suelen ser las más desgraciadas; pues si bien la mente lúcida y el espíritu rico en sensibilidad producen muchos goces, también acarrean estas condiciones grandes tormentos y agobiadoras melancolías. La mediocridad goza siempre el género de dicha que impera en el Limbo. No es fácil hacer con discreción el «gancho». En realidad la casamentera, como el poeta, nace, no se hace.

Al oír esto San Pedro, volviéndoles la espalda, echó tranquilamente el cerrojo a la puerta del cielo y luego encarándose con el artista y el clérigo les dijo: Vaya, vaya, ¡largo, fuera de aquí los dos! , deán, al purgatorio una temporadita por mal genio; y , pintor, tonto de capirote, al limbo, como si fueras niño sin uso de razón. ¡El Trabajo en la catedral! ¡Qué oportuno!

Mi hortelana aprovecha todas las ocasiones para decirme que es usted muy guapo. Dele usted las gracias... ¿Qué más? Hasta mi tía, mi pobre tía que vive en el Limbo, ha salido de él para decirme el otro día: «¿Sabes que Rafaelito viene mucho por aquí? ¿si querrá casarse contigoYa ve usted; casarse ¡! ¡! ¡! ¡casarse! La pobre señora no ve más que esto en el mundo.

«Cosmopolita cifra que concreta «Las utopias doradas del poeta «Y el ideal del genio pensador; «Efluvio poderoso de otros mundos, «Que haces brotar los gérmenes fecundos «En el limbo del surco de labor.

Y llegaba él, para fijarse en su belleza marchita, inadvertida de los otros, y la despertaba misericordiosamente, tomándola en sus brazos, elevándola hasta su boca. Esta felicidad había durado poco. Un pequeño rayo de sol, una risa de oro en el limbo de su existencia: un relámpago de luz alegre, y luego la noche otra vez, la desesperación de reconocer su decadencia.

El padre Arce quedó un minuto pensativo; y luego, pegándose una palmada en la frente, como quien ha dado en el quid de intrincado asunto, exclamó: ¡Cabalito! ¡Eso es! Y en el acto hizo formal renuncia de la guardianía, para que otro y no él cargase con el mochuelo de enviar almitas al limbo.

Según él, esto último era lo más conveniente; pues, bien mirado, el Gobierno no era mejor que otros muy malos, pero tampoco era peor; y, al cabo, para hacer algo por el país, mejor se estaba al calorcillo ministerial, que en el infierno de la oposición o en el limbo de los independientes.

Ciertamente, casi todo él estaba eclipsado; pero el ligero limbo que aun se percibía, irradiaba el suficiente fulgor para ocultar á nuestros débiles ojos la gran sombra que ya amenazaba sepultarlo.

Ojeda sintió disiparse su torpeza con este recuerdo, pero continuó marchando en silencio. ¡Cuatro años... sólo cuatro años! Y habían sido tan largos y nutridos como todo el resto de su vida... ¡Más, mucho más! Su existencia anterior apenas contaba para él; era como un limbo de sucesos incoloros. Su verdadera vida había empezado junto a María Teresa.

Nada habría perdido el mundo con que os hubierais quedado por allá..., en el Limbo. Venís de Tomás Rufete, y ya que de mala cepa no puede venir buen sarmiento. A eso voy, tía, a eso voy. Precisamente... Usted lo debe saber, como yo... Precisamente, ni yo ni mi hermano venimos de Tomás Rufete. Justo, justo; mi Francisca, mi ángel os parió por obra del Espíritu Santo, o del demonio.

Palabra del Dia

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