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Actualizado: 25 de junio de 2025


Este se llevó á un ojo la lente facilitada por Flimnap, y al ver de cerca el rostro del gigante, reducido casi á las proporciones de un ser de su misma especie, no pudo reprimir un movimiento de sorpresa. Quedó contemplándole con una expresión reflexiva que revelaba intenso trabajo mental.

Las facciones de usted resultan tan enormes para nuestra vista, que la tal semejanza parecía diluirse en el espacio, y mis ojos no llegaban á abarcarla. Pero el doctor Flimnap tuvo la atención de prestarme una mañana la lente que usa, y pude apreciar el rostro de usted como si fuese el de un hombre de mi especie.

Con esto se hallaba ya reunida toda la tertulia y todos aguardaban con impaciencia a la cantatriz anunciada, no sin grandes dudas acerca de su mérito. El mayor Fly se contoneaba en su silla, cerca de las jóvenes, distribuyéndolas miradas tan homicidas como los botonazos de su florete. Sir John tenía fijo su lente en Rita, la cual no lo notaba.

Arrancaba delicadamente una ramita y, aplicando el ojo a la lente, examinaba con atención sus particularidades morfológicas. No sólo los grandes árboles añosos, que bordaban el paseo, eran objeto de su atención investigadora.

Era del tamaño de una rueda de carreta, y había sido labrado en el Palacio de Ciencias Físicas de la Universidad Central. Flimnap se excusó de traer con retraso esta lente, que había prometido para el día anterior. No es mía la culpa, gentleman. El profesor de Física tuvo esta mañana un hijo, y esto le ha hecho retrasar unas cuantas horas la entrega del cristal.

En estos días llevo cara de filósofo, es decir, de mal humor; una sonrisa amarga de indiferencia y despego a cuanto veo se dibuja en mis labios; llevo conmigo un lente, no porque me sirva, pues veo mejor sin él, sino para poder clavar fijamente el objeto que más me choca, que un corto de vista tiene licencia para ser desvergonzado; no saludo a ningún amigo ni conocido que encuentro, porque esto sería hacer yo también un papel en la comedia de que pretendo ser únicamente espectador, y que sólo para divertirme a creo por entonces que representa el mundo entero.

Cuando el frío y la tiniebla la impelían hacia la luz, sus alas moribundas chocaban con los vidrios guardadores del fuego. Iba en busca de la ventana que refleja el rescoldo hospitalario del hogar, y tropezaba con la lente del faro, dura é insensible como un muro, acostumbrada á repeler la cólera de las tempestades.

Siempre he soñado con dedicar mi ternura á algo muy alto, muy extraordinario, que estuviera por encima de las cabezas de los demás mortales.... Pero antes de que usted viniese esto equivalía á soñar con lo imposible. Se ruborizó Flimnap, creyendo haber dicho demasiado, y miró á través de su lente el rostro del gigante.

¡Ya lo creo! repuso el joven que había interrogado, arreglándose con una mano la corbata y dirigiendo con la otra el lente a lady Inggerton. ¡Eh! me parece, caballero, que mira hacia este lado. Se equivoca usted contestó el extranjero. No, por cierto... estoy seguro... me refiero a este joven...

El relojero era de estos hombres que a todo el mundo dan la razón, y, con su lente en el ojo derecho, movía la cabeza, en señal de asentimiento, a cuanto decían sus contertulios; pero, al marcharse los carlistas exaltados, murmuraba: Son unos bárbaros: la Inquisición no es para estos tiempos. El mundo marcha.

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