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Actualizado: 29 de junio de 2025
La fuerte unidad dada a la República sólo es la base firme que necesita para lanzarse y producirse en un teatro más elevado, porque Rosas tiene conciencia de su valer y espera una nombradía imperecedera. Invitado por el Gobierno de Chile, toma parte en la guerra que este Estado hace a Santa Cruz. ¿Qué motivos le hacen abrazar con tanto ardor una guerra lejana y sin antecedentes para él?
Había en sus ojos algo del difunto Tritón cuando columbraba en la costa una falda mujeril lejana y fugitiva. Freya siguió hablando. Matarse no es una prueba de amor. Todos me han prometido desde las primeras palabras el sacrificio de su existencia. Los hombres no saben otra canción... No les imite, capitán. Quedó pensativa largo rato. El crepúsculo avanzaba rápidamente.
Al salir de la cervecería, el capitán marchó con aspecto sombrío. Ella, por el contrario, reía de sus recuerdos, viendo á través de los años, con un optimismo halagador, esta lejana aventura de su época de bohemia; regocijándose al evocar la carroña del inca paseada de hotel en hotel.
Con la falda llena de musgos, helechos y otros recuerdos silvestres, se encontraba tan preocupada y metida en sus propios pensamientos, que le pasó inadvertido un suave golpear en la puerta, o bien lo tradujo por una lejana extraña alucinación. Cuando por fin se afirmaba más claramente en ello, sobresaltose, y con ruborizadas mejillas se dirigió a la puerta, preguntando, ¿quién hay?
Está pidiendo a gritos que lo abofeteen. ¡Tan satisfecho de sí mismo aparece!... La señora anuncia a una mujer con un rostro que debió ser lindo, y al que una tristeza ya lejana otorga una nobleza especial. Es Julia Duval. JULIA. Es usted la señora Stowe, ¿verdad? Vengo con motivo del pirograbado y del cuero. Estoy a sus órdenes. ¿Qué género de objetos desea usted estudiar más especialmente?
Quería sumergirse, desaparecer, descansar entregada a un sueño sin límites, y pensó como en un blando y misterioso lecho, en aquella tierra lejana de su infancia, donde estaba su único pariente, la tía devota y simple que la escribía dos veces por año, recomendándola que pusiera su alma en regla con Dios, para lo cual ya ayudaba ella con sus devociones.
Dª Josefa envió, de noche ya, las maletas por su sobrino a cierta venta no lejana de Peñascosa. Gran rato antes de percibirse la claridad de la aurora, llamó Obdulia discretamente a la puerta de la casa de su confesor. Salió Dª Josefa a abrirle. El P. Gil estaba ya listo.
Era un cuartito con una tronera alzada sobre el alero del tejado; nadie le habitaba, y ella solía subir allí a ver cómo el sol pasaba por el valle, a mandar un beso a la torre lejana de Luzmela y una oración al alto cementerio, donde su protector dormía ajeno a tanta desventura. Se oía desde el alto rincón la voz recia del Salia, acordada en eterno cantar glorioso.
Asomaron a sus ojos lágrimas de recelo presente y lágrimas que le hacía derramar la visión lejana de la tragedia: el cadáver de Zumarán tendido en el suelo, el revólver en la mano y un redondel de sangre formando como una aureola a la cara lívida. El señor Molina se quedó perplejo.
Y como no llegaba ninguna queja, don Roque se abstenía de averiguar la lejana procedencia de aquellos animales. Luego huían de pronto los compañeros de Manos Duras, y éste continuaba su vida solitaria, ó desaparecía igualmente de su rancho por algún tiempo, con gran satisfacción del comisario.
Palabra del Dia
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