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Actualizado: 29 de junio de 2025


La mía fué un recuerdo para los seres queridos que habitan aquella lejana tierra que iba perdiéndose entre los crespones de la noche. El nombre de Tayabas arrancará siempre una vibración á nuestra alma. Concluída la oración nos dimos las buenas noches, siguiendo las legendarias costumbres de nuestros abuelos, cubrimos nuestras cabezas y tomamos asiento al abrigo de la camareta del timón.

La enferma alargó entonces sus manos, tomó la de Florentina y la puso sobre su pecho; tomó después la de Pablo y la puso también sobre su pecho. Después las apretó allí desarrollando un poco de fuerza. Sus ojos hundidos les miraban; pero su mirada era lejana, venía de allá abajo, de algún hoyo profundo y oscuro.

Una nube oscura vino a pasar, semejante a un sudario, y fué entonces que me volví hacia ti, Estrella del Sur, orgullosa en tu gloria lejana. Y ahora me será más querida tu luz, porque lo que me traes de más magnificente a través del cielo nocturno, es la alegría de mi corazón, y yo prefiero tu discreto y lejano resplandor a esa llama cercana pero más fría!

Estos invitados eran comerciantes españoles é italianos establecidos en las poblaciones más cercanas y algunos venidos de la lejana isla de Choele-Choel, lugar hasta donde llegan los escasos barcos que pueden remontar el río Negro.

Todavía recordaba las palabras que había oído en noche ya lejana, cuando en uno de esos momentos de tranquilidad demasiado raros, había cedido a la insistencia de una multitud alegre, y se había puesto a tocar el piano.

Lo decía sonriendo, pero a través de su incredulidad adivinábase cierto respeto por la ciudad lejana y misteriosa, urbe de maravillas y tesoros de la que hablaban continuamente los emigrantes. El marido movió la cabeza con autoridad, y sus ojos parecían decirle: «Mujer, que estás cansando al señor... Vosotras no entendéis nada de nada».

Se encontraron por las mañanas en las inmediaciones del hotel, y algunas veces bajó ella al comedor, cruzando sonrisas y miradas con el marino, que ocupaba por su desgracia una mesa lejana. Luego pasearon, hablaron, rió Freya bondadosamente de los amorosos juramentos del capitán... Y esto fué todo.

Mi amigo y señor: quedan en ejecución y serán cumplidas conforme a los deseos de usted, las órdenes que se sirvió darme en su favorecida carta última, lo propio que lo han sido ya las que me ha ido comunicando en sus tres gratas anteriores, «en previsión», como usted decía, «de lo que pudiera suceder el día menos pensado». La noticia de que, al cabo, sucederá con entera certidumbre y en fecha no lejana, que también me fija usted, me ha servido de grandísima satisfacción.

¿Has descubierto al verdadero asesino de Lea Peralli? No lo he descubierto, por la sencilla razón de que Lea Peralli está viva. Los ojos de Jacobo se pusieron fijos como si los atrajera una visión lejana y horrorosa. Movió la cabeza y dijo: La vi bañada en sangre. ¡Estaba muerta! Y yo la he visto llena de fuerza y de salud. ¡Estaba bien viva!

El estremecimiento de la convicción pasaba por la Cámara silenciosa, anhelante para no perder nada de aquella voz débil, lejana, como salida de una tumba.

Palabra del Dia

cabalgaría

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