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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Esperaba, acaso, en un arrepentimiento causado por la inquietud; pero había escogido el peor de los medios para atraer á Roussel, que no replicó; hizo una inclinación de cabeza; abrió la puerta á su prima y cuando la vió en la escalera, volvió á entrar en su casa, encendió de nuevo la pipa y continuó la lectura del correo de la tarde.

Desdobló, pues, el luengo papel, tosió limpiando el gaznate, se atusó los largos bigotes, y con voz cavernosa y retumbante dio principio a la lectura de una sarta de endecasílabos cojos, mancos y lisiados, tan rematadamente malos como obra que eran del mismo personaje que los leía.

Se estremeció, tuvo un terror vago; acudió de repente a su memoria aquella tarde de la lectura de San Agustín en la glorieta de su huerto, en Loreto, cuando era niña, y creyó oír voces sobrenaturales que estallaban en su cerebro; ahora no tenía la cándida fe de entonces. «Era una casualidad, pura casualidad la presencia de aquel libro místico coincidiendo con los pensamientos de abandono que la entristecían, y despertando ideas de piedad, con fuerte impulso, con calor del alma, serias, profundas, no impuestas, sino como reveladas y acogidas al punto con abrazos del deseo.... Pero no importaba, fuera o no aviso del cielo, ella tomaba la lección, aprovechaba la coincidencia, entendía el sentido profundo del azar. ¿No se quejaba de que estaba sola, no había caído como desvanecida por la idea del abandono?... Pues allí estaban aquellas letras doradas: Obras de Santa Teresa.

Lo que me choca más es el propósito de que las novelas, cuentos, academias o como quieran llamarse, no se han de escribir para deleitar y pasar agradablemente el tiempo con su lectura, sino para mortificar, aterrar y compungir a los lectores, como con una pesadilla tenaz y espantosa.

Así, por ejemplo, la lectura de libros prohibidos, veneno para los débiles, era purga para los fuertes. Al que llega a cierto grado de fortaleza, la presencia del mal le edifica a su modo por el contraste». El Magistral no había dicho si él era tan fuerte como todo eso, pero ella suponía que .

De esta manera los textos electrónicos tienen la forma más sencilla posible y pueden ser leídos sin ningún problema con cualquier ordenador, plataforma y programa, incluso si se trata de una PDA o de un aparato de lectura especializado. Después, cada uno queda libre particulares u organismos de convertirlos a formatos diferentes.

El espíritu se desenvuelve con el trato, con la lectura, con los viajes, con la presencia de grandes espectáculos; no tanto por lo que recibe de fuera, como por lo que descubre dentro de . ¿Qué le importa el haber olvidado lo visto ú oido ó leído, si se mantiene viva la facultad que el afortunado encuentro le revelara? el fuego prendió, arde sin extinguirse, poco importa que se haya perdido la tea.

Leo tus crónicas femeninas y me río mucho con ellas, porque te leo entre líneas, que es lo más divertido en toda la lectura.

Porque, no habla duda, era la lectura de aquella carta, cuyo autor era conocido por su tía, puesto que había exclamado: "Es su letra," lo que había producido semejante desencadenamiento de pasiones.

Como esto no le divertía gran cosa, aunque le aficionaba más á la lectura, rebuscó la casa y halló el Electo y Desiderio. El estilo de este libro patriarcal le formó cierto gusto para el diálogo; y amando, como joven, la intriga, el enredo y los desenlaces sorprendentes, dióse á Bertoldo con todas las potencias de su alma.

Palabra del Dia

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