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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Me mueve a poner aquí las anteriores reflexiones la lectura de una novela o como queramos llamarla, obra de D. José Nogales, y cuyo título es El último patriota.

He visto muchos libros modernos que tratan, ó de máxîmas morales, ó políticas, y justamente puede atribuírseles la misma censura; y quizá su lectura fuera mas provechosa, si el entendimiento hallara conexîon entre las verdades que contienen. En nuestros tiempos tenemos hartos ejemplares de los errores que ocasiona la imaginacion vehemente, y fuerte quando está acompañada de poco juicio.

Se sabe por los libros que el mar es inmenso; pero la inmensidad en la lectura no es más que una palabra. Hay que colocarse en ella, sentir el extravío de la imaginación ante el espacio sin límites, hacer comparaciones... Ayer me paseaba yo por el buque.

Componíase de cuatro ilustres personajes de tanto peso y autoridad en la república de las letras, que apenas comprendo hoy cómo fuí capaz de convocarles para una lectura de cosa mía, naturalmente pobre y sin valor. Aterrábame, sobre todo, el mencionado Duque de los gestos nerviosos, el más eminente crítico de mi tiempo, según opinión de amigos y adversarios.

Y los altos señores del gobierno, que antes de ocupar sus cargos no conocían otra lectura que la del diario todas las mañanas, han aprovechado la ocasión para darse una falsa importancia de intelectuales, obedeciendo las indicaciones de sus protegidos que monopolizan la Universidad. »No quiero hablar al ilustre Senado de los gastos que ha originado el Hombre-Montaña desde que vive entre nosotros.

Y se lo atizó todo, de cabo a rabo, sin omitir letra, articulando correctamente las sílabas en voz baja a estilo de rezo. Ningún tropiezo le detenía en su lectura, pues cuando le salía al encuentro un latín largo y oscuro, le metía el diente sin vacilar.

¿Me hará Su Excelencia el gusto de decirme, repuso Candido, si no le tiene muy grande en la lectura de Horacio?

...¡al contrario!... vi que la «Pampita» estaba sentada en el corredor, leyendo, y tan absorbida en la lectura que no me sintió llegar hasta que estuve junto al corredor, bajo ese aguaribay grande, ¿se acuerdan? que está a la derecha.

Azorín se ha ruborizado, pero ha convenido interiormente en que algo benévolo debe de ser cuando se apresta a oír la lectura que el viejo va a hacerle de tres zarzuelas suyas, cada una en un acto. Yo dice el viejo vivo solo; esto constituye mi única alegría.

Juntáronse los judíos de Toledo en concilio, i en nombre de las demás sinagogas de España, de las cuales tenian poderes, respondieron, despues de haber dado oidos tambien á la lectura de las cartas de un tal Eleázaro sacerdote suyo i varón de santa vida, que llamado de sus negocios habia tomado el camino de Jerusalen, i era testigo i aficionado á la vida i hechos milagrosos de Jesus.

Palabra del Dia

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