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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Pero, por fortuna mía, están ahí el día de año nuevo y el de mi santo para corregir los rigores de mi presupuesto. Y la abuela es tan buena con su nieta... Al salir de misa, las de Ribert me llevaron a su casa, para darme lectura de dos nuevas epístolas.
Unos versos italianos, escritos con mano trémula y en torcidas líneas, llamaban la atención de Rafael. Los entendía a medias, pero Leonora nunca le permitía acabar la lectura. Era un lamento amoroso, desesperado; un grito de pasión rabiosa, condenada a la soledad, revolviéndose en el aislamiento como una fiera en su jaula. Luigi Maquia.
El Padre de los Maestros, colocándose ante los ojos unas gafas redondas, empezó su lectura junto á una ventana. Cuando Flimnap acabó su informe sobre los trabajos para la instalación del gigante, el personaje universitario se aproximó conservando los papeles en su diestra. Algo flojitos dijo con una severidad desdeñosa . Son indiscutiblemente versos de hombre, y de hombre enorme.
La otra noche no pude dormir pensando en lo que usted me contó de su vida en París: aquellas tardes de los domingos, tan hermosas, corriendo después de almorzar, unas veces a los conciertos de Lamoreux, otras a los de Colonna, dándose un hartazgo de sublimidad... ¡Y yo aquí encerrado, sin otra esperanza que dirigir alguna misita rossiniana en las grandes festividades...! Mi único consuelo es leer música, enterarme por la lectura de las grandes obras que tantos tontos oirán en las ciudades dormitando o aburriéndose.
Apenas se abrieron las puertas del Senado, el profesor corrió á sentarse en la primera fila de una tribuna. Sus ojos buscaron á Gurdilo entre los senadores. ¡Simpático personaje! El orador, enjuto, verdoso y de torva mirada, le parecía ahora de una belleza extraordinaria. Ordenó el presidente la lectura de una comunicación enviada por el Consejo Ejecutivo.
Al cartujano Juan de Padilla se debe el poema Retablo de la vida de Cristo, que terminó en Diciembre del año 1500, cuya lectura no resiste hoy el más cachazudo lector y que fué obra impresa en Sevilla entrado ya el siglo XVI.
Adjunto le envío algunos datos sobre su herencia, que desgraciadamente no es...» Suspendió Elena tal lectura para mirar á su marido con ojos interrogantes; pero éste tenía la cabeza inclinada, como anonadado por la noticia.
Primero aparece un vestíbulo enladrillado de menuditos mosaicos pintorescos; los montantes de las puertas cierran con vidrieras de colores. Después se pasa a un salón octógono; enfrente está el gabinete de lectura, con una agradable sillería gris y estantes llenos de esos libros grandes que se imprimen para ornamentación de las bibliotecas en que no lee nadie.
Y puesto que para cerrarle los ojos la mala muchacha tiene que tirar su pañuelo al agua, eso prueba que el dormido no reposa en la orilla, sino en el fondo. Gertrudis oculta su rostro entre las manos y estalla en sollozos convulsivos; y, como Juan quiere continuar la lectura, le dice: ¡Basta! ¡basta! Gertrudis, ¿qué tienes? Ella le hace la seña de que la deje.
Un día en que Stein estaba leyendo en su cuarto, cuya ventanilla daba al patio grande, donde a la sazón se hallaban los niños jugando con Marisalada, oyó que esta se puso a imitar el canto de diversos pájaros con tan rara perfección, que aquel suspendió su lectura para admirar una habilidad tan extraordinaria.
Palabra del Dia
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