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-No entiendo eso de logicuos -dijo Sancho-, ni he oído tal vocablo en todos los días de mi vida. -Longincuos -respondió don Quijote- quiere decir apartados; y no es maravilla que no lo entiendas, que no estás obligado a saber latín, como algunos que presumen que lo saben, y lo ignoran. -Ya están atados -replicó Sancho-. ¿Qué hemos de hacer ahora?

Sólo faltaron dos; unos bribones que se van a salar todos los días; unos pícaros que no tienen remedio. ¡Qué hemos de hacer! Hijo mío, nadie quiere que sus hijos aprendan el latín. ¡ dirás! ¡El latín que es la llave de las ciencias! Ni latín, ni otras cosas; todo lo que puedo enseñar, todo lo que , ¡cuanto aprendiste aquí!

Le encontré mucho mejor de lo que esperaba; es ya cuatro dedos más alto que yo, está algo flaco y pálido; parece un buen muchacho: los jesuitas, sus maestros, se admiran de sus facultades; ha venido cargado de coronas, premios, discursos en latín y en francés, versiones y poesías latinas y... a pesar de todo, es modesto sin petulancia alguna.

¿Pero cómo os ha enviado así mi hermano? ¡vamos! las gentes de los pueblos se creen que Madrid es las Indias. Vuestro pobre hermano, señor, aunque nada os haya dicho, vive en la miseria, atenido á la limosna de tal cual misa, y á lo poco que yo gano enseñando latín.

No..., no..., yo no me muero... ¡Ay mamá, por la Virgen Santísima te pido que pienses en que vas a morir!... ¡Piensa en tu salvación! Ya pienso..., ..., ya pienso dijo la enferma maquinalmente. El cura se puso a rezar por un libro la recomendación del alma en latín. Todos se arrodillaron. Entonces la moribunda preguntó levantando un poco la cabeza: ¿Por qué os arrodilláis todos?

Consultado sobre el caso a Tiburcio, que de todo entendía, Tiburcio hubo de decirle que no le parecía mal su propósito, con tal de que la empresa no fuese sobrado jactanciosa, ni tampoco muy clara ni muy obscura, sino dotada de la discreción conveniente y con lema, mote o divisa de notable concisión y más bien en latín que en idioma moderno.

Á los diez y ocho entré con los Padres Escolapios á estudiar latín; á los veintitrés era todo un filósofo apto para emprender cualquier carrera literaria.

Sus rivalidades eran disimuladas, pero profundas. Después de enredar, con escolástica destreza, la inevitable disputa, acababan por responderse en docto y ponzoñoso latín que agriaba la reunión. Un rebullicio de colmena llenaba las cuadras. La atmósfera era densa y candente.

Recordando un poco del latín que en mi niñez supe, he conseguido, á duras penas, descifrar la inscripción de la tumba, contestó el interpelado; y á lo que he podido colegir, pertenece á un título de Castilla, famoso guerrero que hizo la campaña con el Gran Capitán.

Estudió en el Ateneo municipal de los Jesuitas y luego en la Universidad de Santo Tomás. A los nueve años hacía versos castellanos. A los 14 los componía en latín. Ha obtenido premios en certámenes. Sin desdeñar lo moderno, venera a los clásicos españoles. Es maravilloso declamador. Ahora actúa como redactor muy distinguido de "La Vanguardia" y profesor de la Universidad de Filipinas.