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Actualizado: 9 de junio de 2025
Por las noches, la casa de los lagares, que tenía algo de conventual por su silencio y su disciplina cuando estaba presente don Pablo Dupont, entraba en plena fiesta hasta una hora avanzada de la noche. Los jornaleros olvidaban su sueño para beber el vino señorial, pródigamente repartido.
Corría por todo el valle un estremecimiento singular, el ansia y la inquietud que despierta siempre lo desconocido. En los lagares, en las tierras, en los senderos de las montañas y en torno del lar no se hablaba de otra cosa. Los paisanos en general, aunque un poco recelosos, se mostraban satisfechos.
Y reprobamos las danzas públicas de mujeres, causa de mucho daño y perjuicio, y las de hombres ó mujeres, que se celebraban entre los griegos en alabanza de sus falsos dioses, antigua costumbre contraria á la vida de los cristianos; y mandamos que ninguna mujer se disfrace de hombre ni al contrario, ni que se pongan máscaras cómicas, trágicas ó satíricas, ni que aclamen al abominable Baco al pisar la uva en los lagares ni al llenar de vino los odres; ni, por último, que arrastrados de su muy vana ignorancia, den furiosas carreras.»
Este alejamiento de Jerez permitió a Dupont realizar sus ensueños sobre Marchamalo. Echó abajo el antiguo caserón y construyó lagares nuevos, una hermosa casa para su familia, una capilla espaciosa y rica como un templo, y un torreón cuadrado, con puntiagudas almenas, dominando el oleaje de colinas cubiertas de cepas, que formaban el gran dominio de Marchamalo.
11 De dentro de sus paredes exprimen el aceite, pisan los lagares, y mueren de sed. 12 De la ciudad claman los hombres, y las almas muertas dan voces, pero Dios no puso estorbo. 13 Ellos son entre los rebeldes a la luz, nunca conocieron sus caminos, ni estuvieron en sus veredas. 14 A la luz se levanta el matador, mata al pobre y al necesitado, y de noche es como ladrón.
Otras muchachas subían cuesta arriba las grandes cestas de racimos cortados para depositarlos en los lagares, y pasaban en continuo rosario ante el señorito, que, tumbado en el sofá de enea, sonreía protectoramente pensando en la hermosura del trabajo, y en la perversidad de la canalla, que pretendía trastornar un mundo tan sabiamente organizado.
Rafael permaneció inmóvil largo rato, alejándose al fin, cuando dejó de percibir en sus labios la impresión de la mano de María de la Luz. Transcurrió aún mucho tiempo antes de que los habitantes de Marchamalo diesen señales de vida. Los mastines ladraron dando saltos, cuando el capataz abrió la puerta de la casa de los lagares.
María de la Luz seguía hablando impasible, como si relatase la desgracia de otra mujer. Sus palabras evocaban rápidas imágenes en el pensamiento del hermano. Todo lo veía Fermín: la embriaguez general de la última noche de la vendimia, la borrachera de la moza, su desplome como un cuerpo inerte en el rincón de los lagares, y después la llegada del señorito para aprovecharse de la caída.
Acudió igualmente aquella tarde á Entralgo el farmacéutico Teruel, hombre profundo, inventor de ciertas pastillas contra las lombrices que eran el asombro y el orgullo del concejo. De todos los rincones de Asturias solían venir demandas de estas famosas pastillas. En Madrid mismo, donde las importó una señora de Oviedo, adquirieron prosélitos. Habían salvado de la muerte á la esposa de un diputado asturiano, el cual en recompensa había hecho condecorar al benemérito boticario con la cruz de Isabel la Católica. Mas después de este esfuerzo químico tan prodigioso el ingenio de Teruel se había agotado ó había dormido para siempre. Ó considerando tal vez vanas y engañosas las glorias humanas, había decidido renunciar á toda labor científica. Lo cierto es que desde hacía largos años estaba dedicado á pescar truchas con caña en el río y á beber sidra en los lagares. ¿Quién regentaba la botica en su ausencia casi continua? Su digna esposa D.ª Teresa.
9 Por lo cual lamentaré con lloro a Jazer de la viña de Sibma; he de embriagarte de mis lágrimas oh Hesbón y Eleale; porque sobre tus cosechas y sobre tu siega cesará la canción. 10 Quitado es el gozo y la alegría del campo fértil; en las viñas no cantarán, ni se regocijarán; no pisará vino en los lagares el pisador; la canción hice cesar.
Palabra del Dia
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