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Actualizado: 6 de junio de 2025


Vive en una casa bien labrada, cuanto cabe en la industria de aquellos bárbaros, y á veces, por gozar con más frecuencia de las visitas del cielo, se retira solitario al yermo. Los que quieren entrar en este oficio, antes de tener barba, empiezan á aprender las ceremonias y á acostumbrarse á tratar con los dioses.

Debajo de un tendejón yacían algunos carros. En una caseta de madera, toscamente labrada, estaba amarrado un enorme mastín que quiso romper la cadena dando furiosos saltos por venir a acariciarle. Allá en el otro extremo, cerca de la puerta enrejada que comunicaba con el jardín, la vio, en efecto, con la frente pegada a las rejas, contemplando las flores. Estaba de espalda.

De allí, anda que anda hasta llegar á Bourges, donde me tocó en suerte una túnica de seda carmesí labrada de oro y perlas, como vosotros no la veréis jamás, y un par de borceguíes con borlas de seda blanca, lo mismo que los del rey nuestro señor. ¿Los arrebañaste en alguna tienda, Simón? ¡Se los quité de los pies á un caballero enemigo, so lagarto!

La puerta era de roble viejo, labrada como las de las iglesias: a su lado había una ventanita sin rejas. Al poner allí el pie me sentí fuertemente conmovido. La idea de que detrás de aquella puerta estaba mi dueño querido, la saladísima hermana, hacía brincar mi corazón. Pegué el oído a la cerradura por si lograba escuchar algo, y en efecto, voces y risas.

Sin embargo, por respeto á la casa, me he obligado á ganar su afecto, y he llegado á conseguirlo prestando oído complaciente, unas veces á sus miserables lamentaciones sobre su condición presente, otras á las descripciones enfáticas de su fortuna pasada, de su plata labrada, de sus muebles, de sus encajes y de sus guantes.

Era especialmente notable mi rica colección de plata labrada; componíase de varias docenas de candeleros, grandes y pequeños, atriles, vasos y macetones ornamentales; no pocos blandones; algunos cálices y copones; y una custodia que me complacía yo en atribuir a Juan de Arfe y Villafañe.

No importa dijo Lope no haberle visto fregar el primer plato, si le has visto fregar el segundo, y aun el centésimo. Yo te digo, hermano replicó Tomás , que ella no friega, ni entiende en otra cosa que en su labor, y en ser guarda de la plata labrada que hay en casa, que es mucha. Pues ¿cómo la llaman por toda la ciudad dijo Lope la fregona ilustre, si es que no friega?

Del medio de esta faja baja otra perpendicularmente hasta el suelo, dejando un arco á cada lado con su arco ciego encima, y encerrándolos á manera de arrabá. En la faja perpendicular se ve una imágen sostenida en una peana cuya base es una columna de jaspe, y debajo de una marquesina gótica muy labrada que descansa en dos columnitas espirales.

Llevaba en la mano un mendrugo de pan que le había dado la Señana para desayunarse, y, comiéndoselo, marchaba aprisa, sin distraerse con nada, formal y meditabunda. No tardó en pasar más allá de los edificios, y después de subir el plano inclinado, subió la escalera labrada en la tierra, hasta llegar a las casas de la barriada de Aldeacorba.

La morada de D. Martín de las Casas era también antigua, pero notablemente reformada, mucho más chica que la de su cuñado, con todas las comodidades y aditamentos exigidos por las necesidades modernas: portal de azulejos con cancela, escalera bien labrada de álamo con pasamano charolado, las habitaciones con elegantes frisos y papeles, todo muy aseado y pintadito.

Palabra del Dia

lanterna

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