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Actualizado: 27 de mayo de 2025
De la Luna la luz límpida, la luz de perla se apaga, el perfume de las rosas muere en las dormidas auras, los senderos se oscurecen expiran las violas castas, menos tú y yo, todo huye, todo muere, todo pasa... ¡Todo se apaga y se extingue menos tus hondas miradas, tus dos ojos donde arde tu alma!
Después de unos cuantos cumplimientos triviales, a los que ella respondió con extremada reserva, se quedó cortado golpeando con expresión indecisa la tabla del ventanillo y como molesto por aquella límpida mirada que formulaba claramente esta pregunta: No es a la señorita Raynal a quien debe estar dedicada esta visita; ¿qué quiere usted, pues?
Es un hombre amable añadió el doctor; un poco huraño, excelente, sencillo y discreto, pródigo en servicios y muy parco en palabras. Todo lo que puedo decirle a usted es que conozco tantas personas obligadas a él como habitantes hay en la comuna. La noche que siguió a aquel día de campo fue tan hermosa y tan espléndidamente límpida que no parecía si no que aún estábamos en pleno verano.
Una vez allí, dijo á Marenval dirigiéndole una límpida mirada: Suceda lo que quiera, gracias por el consuelo que nos ha traído usted. No olvidaré nunca que ha sido usted el primero que ha participado de nuestra convicción en cuanto á la inocencia de mi pobre hermano. Marenval movió la cabeza.
Su palabra era suave, fluida, límpida como su pensamiento, sin afectación ni rebuscamiento, y producía el encanto de una fuente cristalina que desciende en su curso halagando los sentidos.
Era muy guapa, y con el hábito blanco de novicia, la cabeza prisionera de la rígida toca, muy coloradas las mejillas, lucientes los ojos, los labios hechos fuego, las manos en postura hierática y la modestia y castidad más límpida en toda la figura, interesaba profundamente.
Acaso alzando la nevada frente, límpida y tersa como manso lago, la mirada fugaz por la corriente tiende en redor con incitante halago! ¡Todo es hermoso, todo! El sol, las flores, el cristalino mar, la fresca brisa, de la estrella los vívidos fulgores, de la náyade bella la sonrisa.
Julián, entre embelesado y afligido, seguía con la vista el arreglo de las azules flores en los tarros de loza, el movimiento de las manos enflaquecidas al través de las hojas verdes. Notó que caía sobre ellas una gota de agua, gruesa, límpida, no procedente de la humedad del rocío que aún bañaba las hortensias.
A sus ojos, la naturaleza se hallaba iluminada por una nueva luz, más clara, más transparente, más límpida, más cruda que la luz apagada del sol. Su preocupación subrayaba, por decirlo así, todo lo que sus ojos veían.
¡Discretos homenajes que invocaban inconscientemente el pasado! Pero para Liette no tenía ya rencor y habíase hecho en su alma la paz. Las arrugas que por un momento habían alterado su límpida superficie al soplo de la cólera y de la indignación, se habían borrado sin dejar trazas a la primera sonrisa del niño. Liette era madre, nada más que madre, y era bastante.
Palabra del Dia
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