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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Colocó en él, según lo previamente pactado y convenido con su mujer, un mostrador y una estantería que improvisó con cuatro tablones viejos, e invirtió el resto de la herencia en aceite, aguardiente de caña, hormillas, hilo negro, cordones de justillo y otras baratijas por el estilo.
Santos, á quien doña Catalina parecía deliciosa como lo parecía á todo el mundo, porque en efecto lo era, y mucho más cuando ella tenía interés en parecerlo de una manera enérgica, se turbó, se puso pálido, guardó el relicario en lo interior de su justillo por la parte del corazón, y tartamudeó algunas palabras. Doña Catalina le había dado un golpe rudo.
Ceñíale la garganta triple sarta de corales que manchaban de rojo su pecho de nieve. Vestía dengue de paño negro con ribetes de terciopelo , justillo encarnado y camisa de lienzo blanco. La otra formaba con ella vivo y gracioso contraste. Bajita, morena, sonriente, con unos ojos que le bailaban en la cara y tan sueltos ademanes que su cuerpo no tenía punto de reposo.
El dormido vió que Freya vestía un justillo de mangas sueltas ajustadas á los brazos, con botones de filigrana de oro; que unas joyas algo bárbaras adornaban su pecho y sus orejas; que una falda de flores cubría el resto de su persona. Era un traje de labradora de otros siglos que él había visto pintado. ¿Dónde?... ¿dónde?... ¡Doña Constanza!... Freya era igual á la augusta basilisa de Bizancio.
Ramiro, entonces, iluminado por una centella de instinto, dio dos grandes pasos hacia adelante, para dejar aprisionada en el cuero la hoja del adversario; y tomando su propia espada, como quien alza un puñal, clavósela de golpe en medio del pecho. Luego se la hundió ferozmente, a través del justillo, toda entera, toda, toda, hasta los gavilanes. Gonzalo exclamó: ¡Esto es hecho!
Sólo llevaba, entre el ligero vestido de percal y sobre la camisa y enaguas blancas un justillo o corpiño sin hierros ni ballenas, cosa que bastaba a ceñir la estrecha y virginal cintura, dejando Ubre lo demás que, derecho y firme, no había menester de sostén ni apoyo.
Por las mañanas, entre las estudiantinas y comparsas que corrían las calles, pasaban las familias ostentando a algún niño infeliz enfundado en la malla de Lohengrin, el justillo de Quevedo o los rojos gregüescos de Mefistófeles.
Costó un triunfo a Nucha vestirla racionalmente, y hacerle trocar la corta saya de bayeta verde, que no le cubría la desnuda pantorrilla, por otra más cumplida y decorosa, consintiéndole únicamente el justillo, prenda clásica de ama de cría, que deja rebosar las repletas ubres, y los característicos pendientes de enorme argolla, el torquis romano conservado desde tiempo inmemorial en el valle.
Petra se le presentó vestida de aldeana, con una coquetería provocativa, luciendo rizos de oro sobre la cabeza, el dengue de pana sujeto atrás, sobre el justillo de ramos de seda escarlata muy apretado al cuerpo esbelto; la saya de bayeta verde de mucho vuelo cubría otra roja que se vislumbraba cerca de los pies calzados con botas de tela. Estaba hermosa y segura de ello.
Una vez allí le invitó á que tuviese un momento la luz mientras ella iba á su cuarto por un recado. Al instante volvió y con mano temblorosa, esforzándose en aparecer severa, le colgó de los botones de plata del chaleco los cordones con herretes de su justillo. Para que los luzcas mañana en la romería de Nuestra Señora del Otero le dijo bajito, muy bajito.
Palabra del Dia
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