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Actualizado: 2 de julio de 2025
Allí se agregó á un corrillo de viejos que discutían sobre cuál de los tres sostenedores de la apuesta se mostraba más sereno. Muchos labradores, cansados de admirar á los tres guapos, jugaban por su cuenta ó merendaban formando corro alrededor de las mesillas.
¡Anda, Bautista! gritó la Marquesa; y la carretela siguió su marcha ante la expectación de sacerdotes, damas y caballeros particulares que paseaban en el Espolón, chiquillos que jugaban en el prado vecino y artesanos que trabajaban al aire libre. Los ojos del Magistral siguieron mientras pudieron el carruaje.
En todas partes hay malas pasiones... Las obras de arte por separado. Este es el Museo a donde vienen los ingleses, que son estos pitos del Santo... Veme dando cosas...». Frecuentemente, después de puesto todo, se volvía a sacar para meterlo de nuevo, colocado de otra manera. También jugaban ambos a las muñecas, vistiéndolas y desnudándolas, recibiendo y pagando visitas.
Los niños jugaban en el suelo, esmaltando la arena amarillenta con sus trajecitos de colores claros, o se caían llorando en las socavas de los árboles, mientras las niñeras reían en coro desvergüenzas de algún lacayo.
Don Marcos seguía anunciando la reacción, la contraofensiva para el día siguiente, como si estuviese en misteriosa correspondencia con el Cuartel General. Y la cólera que despertaba en él este fracaso diario de sus vaticinios iba á desplomarse sobre los que jugaban.... ¡La vida, la indecente vida, con sus apetitos que no conocen la moral, con sus egoísmos brutales!
Pero se jugaban este socorro, lo perdían, y como los deudores del Casino no pueden volver á él hasta que han cumplido sus compromisos, quedaban clavados en la plaza para siempre, con la ilusoria esperanza de un dinero que todos ellos ignoraban de dónde podría venir.
Cuando Stein llegó al convento, toda la familia estaba reunida, tomando el sol en el patio. Dolores, sentada en una silla, remendaba una camisa de su marido. Sus dos niñas, Pepa y Paca, jugaban cerca de la madre. Eran dos lindas criaturas, de seis y ocho años de edad.
Pero á falta de este recurso, apeló á un zurriago que para los grandes lances estaba colgado en la pared, detrás de la mesa, y se fué con él encima del primer grupo de amotinados que jugaban á la pelota y habían derribado ya con ella el tintero magistral.
Cuando oía decir que corrían toros y jugaban cañas, y se representaban comedias, preguntaba a mi hermano, que es un año menor que yo, que me dijese qué cosas eran aquéllas y otras muchas que yo no he visto; él me lo declaraba por los mejores modos que sabía, pero todo era encenderme más el deseo de verlo.
Había allí una parada de borricos de alquiler, que aguardaban pacíficamente, con las orejas gachas, a sus acostumbrados parroquianos, mientras los burreros y espoliques, sentados en el malecón, jugaban con sus varas, departían amigablemente, y picando con la uña un cigarro de a cuarto, abrumaban a ofrecimientos a los transeúntes.
Palabra del Dia
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