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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Empiezo a creer que no estoy criado para el matrimonio y que soy una especie de anfibio hecho como ellos para flotar entre dos aguas sin hacer pie jamás en tierra firme. Me maldigo y me injurio de despecho por ser como soy y no poder ser de otra manera. No valía la pena que se muriese Marignol, puesto que no me produce ningún contento. Elena al Padre Jalavieux.

Elena Lacante al Padre Jalavieux. Agosto. Señor cura: Me siento muy culpable y muy ingrata para con usted. Le había prometido darle noticias de mi viaje, de mi llegada a casa de mi padre y de lo que fuera de .

Lo demás es polvo que el viento disipa. Elena al Padre Jalavieux. Estoy asistiendo a una bonita novela que espero terminará por una boda entre Luciana Grevillois y el señor Lautrec. Es visible lo que se gustan mutuamente y no me ocurre qué podría impedirles casarse. Luciana no tiene fortuna, pero creo que él tiene bastante para dos.

Hace unos días llegué a casa de Lacante, como casi siempre, a llevarle algunas notas que me había pedido. Lacante había ido a una reunión del Diario de los Sabios, y no encontré en su despacho más que a Elena, muy ocupada en acabar una carta. ¿A quién escribe usted con tanta aplicación? le pregunté sentándome enfrente de ella. Elena me enseñó el sobre. Al padre Jalavieux.

Así era yo, en mi prudente indiferencia, antes de que la Eva de belleza viniese a tentarme... El fruto que me ha ofrecido tiene un amargo sabor... Pero, ¿de qué sirve gemir cuando se está con la cuerda al cuello? Elena al Padre Jalavieux. ¡Oh! señor cura, estoy sufriendo una prueba en la que flaquea mi valor.

Cuando esté mejor, te contaré mi infancia y mi juventud, y verás que si soy un incrédulo no es enteramente por mi culpa. Me asió la mano y me la besó varias veces, como para excusarse de ser como es y no como yo querría que fuese. Elena al Padre Jalavieux. 28 de noviembre. Mi padre está mucho mejor, señor cura. Esta mañana estaba alegre y se sentó solo en la cama.

En todo caso, sería verdaderamente difícil suponer ahora nada incorrecto en tales relaciones. Elena al Padre Jalavieux. Septiembre. Puesto que usted me lo permite, querido y respetable padre, y hasta me lo pide con insistencia, voy a continuar, con toda sinceridad y confianza, el relato de mis impresiones.

No soy hombre de hacerme el restaurador de las virtudes desportilladas.» ¡De quién fiarse, Señor!... Elena al Padre Jalavieux. Tengo una gran pena, mi buen señor cura. ¡Máximo de Cosmes se casa con Luciana Grevillois!

Parece que es el sacerdote que le dio la primera comunión. ¿Y qué le dice usted que tan largo es? ¿Los pecados mortales? No, por cierto. Podían equivocarse de camino y... figúrese usted. Las cartas se pierden algunas veces. Enséñeme usted la carta, ¿quiere usted? No. ¿Tan graves secretos escribe usted a ese padre Jalavieux? Elena titubeó. No son precisamente secretos... ¿Qué son, entonces?

No... no puedo. Me parece que sería faltar a las consideraciones debidas al señor Jalavieux el admitir un tercero entre los dos sin que él lo sepa. He ahí un escrúpulo sutil... Por otra parte, ese señor no lo sabrá. ¿Qué importa? La ofensa existiría aunque fuese ignorada... Puede que esté yo en un error, pero lo siento así.

Palabra del Dia

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