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Actualizado: 11 de julio de 2025
Y, apenas habían sentado el pie y puesto en ala con otros muchos criados suyos, cuando, acosado de los perros y seguido de los cazadores, vieron que hacia ellos venía un desmesurado jabalí, crujiendo dientes y colmillos y arrojando espuma por la boca; y en viéndole, embrazando su escudo y puesta mano a su espada, se adelantó a recebirle don Quijote.
Vamos a ver dijo Bonifacio, que apenas oía, porque estaba manteniendo una lucha terrible con su conciencia. Figurémonos que usted es cazador... y va y pasa por una heredad mía; supongamos que soy yo el otro; bueno, pues usted ve dentro de mi heredad un ciervo, un jabalí... lo que usted quiera, una liebre.... Una liebre dijo Reyes maquinalmente. Va, y ¡pum!...
Las armas de la casa de Jáuregui eran: escudo cortinado, el primer cuartel en oro con un roble copado y un jabalí pasante; el segundo de gules y un castillo de plata con bandera; el tercero de azur, con tres flores de lis.
Sus manos siempre están ocupadas: o empaqueta el cigarro, o saca la navaja, o tercia la capa, o se cala el chapeo, o se aprieta la faja, o vibra el garrote: siempre está haciendo algo. Se le conoce a larga distancia, y es bueno dejarle pasar como al jabalí. ¡Ay del que mire a su Dulcinea! ¡Ay del que la tropiece!
Estas manos, que se ha de comer la tierra, lo han condimentado todo. Estoy orgullosa de mi habilidad culinaria. Ha sido mi tarea del día de hoy. Bien puedes decir como Tito interpuso donna Olimpia que no has perdido tu día. ¿Lo oyes, Tiburcio? Llámame tu Tita que es más breve y más dulce que tu Teletusa. Y diciendo esto, puso sobre la mesa el plato con la cabeza de jabalí.
En una replaza abierta entre espesos árboles persiguió á un jabalí, que, al verse acorralado, le acometió con espumarajos de rabia, pretendiendo hundir sus colmillos en el cuero de sus zapatos. Pero una patada del gigante lo envió por alto, yendo á estrellarse contra un árbol copudo y robusto semejante á un cedro.
En sus ojos inyectados de sangre brillaba la fiebre del asesinato; todo su cuerpo se estremecía de cólera, esa terrible cólera del pacífico, que cuando rebasa el límite de la mansedumbre es para caer en la ferocidad. Como un jabalí furioso se entró por los campos, pisoteando las plantas, saltando las arterias regadoras, tronchando cañares.
Dos veces nos acompañó en estas expediciones, mixtas de exploración y de caza, el cura don Sabas; pero sin más arma que el cachiporro pinto que le servía de bastón. Hallaba él algo como mengua en gastar la pólvora en aquellas salvas de puro recreo, y llamaba «animalitos de Dios» a cuantos había en la escala de magnitudes, desde el jabalí o el corzo para abajo.
La vaca, el carabao, la cabra, el jabalí de monte, el casero y el llamado mantequero, abundan bastante en aquellas regiones; habiendo asimismo jabalíes y venados en grandísimo número, en las islas del Norte, principalmente en Agrigan y Saipan, en donde se comprende perfectamente su fomento, teniendo en cuenta lo escaso de la persecución, y los millones de cocos que la falta de beneficio deja en abandono, cayendo de la palma al empuje de otra cosecha, que á su vez caerá como la primera en fuerza de la madurez ó de los fuertes vientos, para servir de alimento á los animales ó para pudrirse con el tiempo y las aguas.
Levantó nuestra aventurera la cubierta de una cacerola y vio en ella unas anguilas; levantó otra y vio una cabeza de jabalí desosada y rellena de pechugas de faisanes y de trufas; en resolución, vio los manjares más exquisitos que se presentan en las mesas de los reyes, emperadores y papas: y hasta vio algunos platos, al lado de los cuales los imperiales, papales y regios, serían tan groseros, como al lado de estos un potaje de judías o un gazpacho.
Palabra del Dia
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