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Cuando se conoce que ha cocido bastante, con una espumadera se van llenando con pasta los moldes, teniéndolos al fresco tres o cuatro días con sus noches. Después se sacan de los moldes como el queso helado. CABEZA DE JABALÍ. Se deshuesa la cabeza, se pone a cocer con despojos de carne de cerdo, especias, cebollas, perejil y sal. Con este condimento se tiene ocho días.

Toribio le dijo, ¿por qué te entretienes aquí sacudiendo á esta morralla que no vale una castaña asada, cuando allá abajo el nieto de la tía Basilisa, más furioso que un jabalí, está volcando los mozos como si fuesen pucheros de barro?

Uno de los criados del Castañar, á quien ha sobornado, pone al día siguiente en su conocimiento que Don García pasará la noche fuera de su casa para acechar un jabalí que devasta sus campos.

Se ha atribuído injustamente al Peregrino otra obra literaria, cuya malignidad tratando de supuestas inteligencias entre D. Juan de Austria y el Duque de Guisa ó sobre la muerte del Príncipe D. Carlos, y cuya complacencia en describir la agonía del Rey Felipe II, podían estimarse en consonancia con las que trazaba la pluma aquélla, más temible que colmillo de jabalí.

No importa, guardadlo le contesté . Don Rodrigo lo tomó, y dijo: Lo guardaré como un testimonio de honra mientras viva, y después de muerto, si para entonces tengo hijos, se lo legaré como una reliquia . Todo esto fué dicho con respeto, en estilo cortesano, con dignidad y con un grave acento de lealtad; poco después sonaron bocinas y ladridos de perros, y voces que gritaban: ¡El jabalí! ¡el jabalí!

Era el jabalí de la Iglesia, que al verse en terreno favorable, en aquella tierra donde crecía frondoso el bosque de la fe y de la sumisión ciega, saltaba iracundo, repartiendo colmillazos á todos lados. «A los enemigos de la religión, palo», decía con fiera arrogancia, que enardecía á su laico auxiliar Fermín Urquiola. No perdonaba medio para propagar sus belicosos propósitos.

Es hombre ya entrado en días, grueso y bajo, muy moreno, con narices enormes y unos cabellos tiesos y erizados como los de un jabalí. No gasta pelos en la cara, pero se afeita de tarde en tarde, lo cual da mayor realce á su rostro, espléndidamente feo.

De todos modos, aunque era muy lucido el papel que Tiburcio hacía, Morsamor se adelantaba en lucimiento y obtenía aplausos mayores. Muy celebrado fue Tiburcio por la serenidad y la destreza con que en una montería a caballo, hirió con su rejón un enorme y espumante jabalí, dejándole muerto.

Entonces el teniente, a quien devoraba el fuego de la guerra, mandó desenvainar los sables, y sonriendo ferozmente, cargó sobre la muchedumbre como un jabalí indomable. Al verlo, un vivo estremecimiento corrió por los miembros de cada uno de los lacienses.

La carroza se había detenido en una encrucijada, por donde decían los monteros que debía pasar el jabalí. Me rodeaba mi servidumbre, á caballo, y cuatro damas que me seguían estaban detrás en otra carroza. Hacía mucho calor, y yo sudaba. Pedí agua, y don Rodrigo partió y volvió al punto, trayéndomela en un vaso de oro.