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Actualizado: 5 de septiembre de 2025
Por más que Isidora reconociera la importancia moral de aquella casa, no podía remediar que le fueran antipáticos el establecimiento, la tienda, llena de feísimos objetos, la trastienda donde trabajaban Rafael y sus oficiales, y la vivienda toda, honrada, virtuosísima, modelo de dignidad, de laboriosidad y de cristianismo, pero impregnada de un cierto olor de badana cruda, con malas luces y ruidos de taller.
Tras esto Isidora cayó en la cuenta de que Mariano y ella habían de cenar aparte aquella noche, pues si el chico no podía sentarse a la mesa de los Relimpios, tampoco ella se sentaría por nada del mundo.
«Pero, hombre, ¿has visto? le dijo el papá Pez, prejuzgando con su tonillo burlón el asunto de que iba a tratar . Otra carta del Canónigo en que viene con las mismas historias... Nos recomienda a esa tal Isidora y a su hermano para que les aconsejemos y les dirijamos..., ¡qué tonterías!, en su pretensión... Dice que son nietos de la marquesa de Aransis; que él lo probará ante los Tribunales. ¿Tú crees esto?
¡Libertad, comodidades, buena ropa, baño, casa, lujo, dinero!... Así como a D. José le entraba el mareo con lo que el lector sabe, a Isidora le atacaba el mismo mal con sólo la probabilidad de hacer efectivas las ideas expresadas por aquellos mágicos vocablos. Cada ser tiene sus imanes. ¡Oh pena de las penas!
Entretanto, únicamente se podía decir que ella no era lo que parecía, que ella no era Isidora Rufete, sino Isidora... A su tiempo madurarían las uvas; a su tiempo se sabría el apellido, la casa, el título... Vivir para ver. Estas cosas no ocurren todos los días, pero alguna vez... Pasó un naranjero.
Yo le prometo a usted darle la primera plaza cuando inauguremos la Penitenciaría para jóvenes delincuentes. Le reformaremos, y usted... trate de reformarse». ¿Soy o no soy? Esta pregunta fue para Isidora, desde aquella entrevista, el eje de todos sus pensamientos, de todo el sentir y obrar de su vida.
En una palabra, eres un ángel práctico. Bien se conoce en todas tus acciones la nobleza. Podrás equivocarte, cometer faltas; pero ser innoble, jamás. No sé si me explicaré diciendo que tienes la elegancia del alma. ISIDORA. Tienes razón. Seré cualquier cosa; seré... mala si se quiere, pero ordinaria jamás.
Más cómodamente estará usted en el sillón que en ese banco. ¿Por qué no se sienta usted allí? No, señor; muchas gracias. Aquí estoy bien». Isidora estaba encantada.
Isidora fluctuaba entre el reír y el temer. Se reía y estaba pálida. Después sintió frío. «Yo bien sé lo que pasará cuando usted llegue al fin de su camino prosiguió él . En vez de quererme entonces como ha prometido, me despreciará... ¡Será usted entonces tan superior a mí!...». La perfidia en estas palabras era tanta, que no cabía debajo de todos los pliegues del disimulo.
Vendré por aquí... No se mueva usted de esta casa. Yo le daré algo para que se mantenga y pague el alquiler...». Relimpio tembló con sudor frío. «Por mi hijo y por usted consiento en ser Isidora algunos ratitos. Conque... abur, abuelo...». Corrió hacia la puerta, y hallando que no estaba la llave en ella, como de costumbre, retrocedió para buscarla.
Palabra del Dia
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