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Actualizado: 14 de junio de 2025
Es eso, principalmente... De modo que si nosotros metiésemos aquí algunos millones de dólares, ¿cree usted que sus compatriotas se calmarían? Yo creo que sí. Creo que estas voces ásperas se irían suavizando poco a poco y que las mesas de los cafés no recibirían tantos puñetazos. Creo, en fin, que cambiarían ustedes el alma española.
Pasaron los Villuendas, los Trujillos, los Samaniegos, Moreno-Isla... Pues irían también D. Baldomero y su hijo... quizás en los coches de delante, haciendo cabecera... «Toma; también Estupiñá». Desde el simón en que iba con uno de los chicos, el gran Plácido le echó una mirada de indignación y desdén.
El señor López ofreció su faetón a «las magistradas ». Irían todos apretados, pero esto entraba en la fiesta. En cuanto al señor Cuadros, sacó de la cuadra del hotel su carruajillo, del que estaba orgulloso, y amontonó en él la esposa, el hijo y las dos criadas. ¡Buenas noches...! ¡Hasta mañana...! ¡Descansar...! ¡Arre, valiente!
Y alguna, quizás, de esas preciosas mujeres que como en un relámpago pasaban en sus coches lujosos, deslumbrando mi vista, estaba destinada a apartarse conmigo, allá, a una casita lejana, en cuyo umbral modesto irían a morir sin rumores las olas tempestuosas que me azotaran en las horas de lucha.
Estas excursiones á la Cordillera eran, según afirmaban muchos, para vender en Chile animales robados en la Argentina. En otras ocasiones, el rancho de Manos Duras aparecía extraordinariamente poblado. Gauchos errantes se instalaban en las chozas de adobes durante unas semanas, sin que nadie supiese con certeza cuál era su procedencia ni adonde irían al marcharse de allí.
Con la muerte de esta pobre bestia creía Teresa que iba á quedar abierta una brecha en la familia por donde se irían otros. ¡Señor, que la engañasen sus presentimientos de madre dolorosa; que fuese sólo este sufrido animal el que se iba; que no se llevase sobre sus lomos al pobre chiquitín camino del cielo, como en otros tiempos le llevaba por las sendas de la huerta agarrado á sus crines, á paso lento, para no derribarlo!
La Prensa abre camino, hace lectores.... Uno de nuestros propósitos era ese: utilizar la Prensa como vehículo y cargar en ella la cantidad de cosas viejas que admitiese: así se irían repartiendo. Para esto exigencias inevitables del público había que escoger lo raro, lo ameno, lo interesante: aún no está el niño grande para ingerir muchas y serias dosis de paciente estudio.
A pesar de la delicadeza de don Víctor, quedó decretado que su mujer y él y los criados que quisieran llevar, irían a pasar aquellos meses que pedía Benítez en el Vivero, donde serían dueños absolutos.... Nada, nada, los Marqueses no admitieron objeciones. «¿No eran parientes?». «Cierto que sí» tuvo que responder, muy orgulloso, Quintanar.
Las mas aristocráticas, que también tiene aristocracia Villaverde avanzaban lentamente. No irían hasta Barrio Viejo ni visitarían la cascada; se quedarían a medio camino, en la casa de cualquier amigo: allí les darían asiento, e instaladas en la acera alfombrada de césped se divertirían con los paseantes.
Se dispuso la gente a lo largo del camino, de dos en dos; los más lejanos irían, avisando cuando apareciera la diligencia y replegándose junto a la venta. Martín y Bautista se quedaron con el Cura y el Jabonero, porque el cabecilla y su teniente no tenían bastante confianza en ellos. A eso de las once de la mañana, avisaron la llegada del coche.
Palabra del Dia
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